Nenis 1

ESPÍRITU DE ESTE ESTUDIO

Los modos de expresión de que disponemos son múltiples. Algunas cosas se escriben mejor, otras se transmiten más eficazmente mediante la palabra; sólo la música permite expresar tales sentimientos, tales estados de alma, mientras que es necesario tomar el pincel para representar una sensación o una emoción; el genio del orden de la gran administración se materializa enla arquitectura. El arte consiste en elegir, en cada caso, el instrumento de comunicación más apropiado, y cada pueblo está especialmente dotado para servirse del uno o del otro: el latino preferirá la palabra; el francés, indudablemente, la pluma; el alemán, la música. Sea como fuere, el papel de la palabra permanece esencial; en las democracias modernas, como en la ciudad antigua, sigue siendoun instrumento indispensable de la vida común. Hoy día, como ayer, en París o en Washington, como antes en Roma o en Atenas, es preciso hablar para enseñar, hablar para acusar o defenderse, hablar para curar, hablar para hacerse elegir, hablar para conquistar el poder y hablar aun para conservarlo.
Las condiciones de la palabra en público son, por lo tanto, un tema de interés extremo, de interésactual. Los antiguos le habían consagrado una atención apasionada, de la cual son testimonios los numerosos tratados sobra la elocuencia que nos han legado. Las reglas que han determinado son todos los tiempos y de todos los países: apenas hay necesidad de ponerlas al corriente para aplicarlas a nuestras circunstancias. Sin embargo, existen ciertas condiciones técnicas, que en la antigüedad no seconocían y que, hasta cierto punto, han modificado la naturaleza de nuestra moderna retorica: ya que no basta saber hablar en la tribuna de las asambleas nacionales, ni en las salas de las comisiones, ni siquiera en París; cada vez más, hay que saber utilizar la radio, es decir, llegar a innumerables oyentes, a los que no se ve y de los cuales no se puede provenir la reacción; es preciso, en lasconferencias internacionales, dirigirse a delegados heterogéneos, cubiertos por un casco como los guerreros, a los cuales vuestro pensamiento (si lo tenéis) sólo llegará traducido por interpretes encerrados en despachos, de donde saldrá difundido en cinco lenguas, mientras que habláis. Si podéis dirigidos directamente a los seres humanos, congregados para escucharos, disponéis de un micrófono que,al precio de una ligera deformación, decuplica el volumen de nuestra voz. Así, la maquina, esta señora de nuestra época, llega hasta este dominio del arte que se llama elocuencia.
Por ello se impone una nueva técnica de la palabra, pero no parece que ella anule las lecciones fundamentales que la retorica antigua nos ha transmitido. Desde el momento en que uno se dirige a un grupo de hombres,reunidos para constituir ese se colectivo que se llama un público existen ciertas reglas que hay que tener en cuenta, si no se quiere arriesgar el fracaso. Porque la palabra tiene leyes propias, que no son las del estilo escrito y, cuando en ambos casos se usan palabras y frases, no hay que escribir como se habla, ni hablar como se escribe.
En las páginas siguientes querría, antes que nada, analizary clasificar las diversas formas de elocuencia, y luego, a título de ejemplo, hacer el retrato de algunos grandes oradores que he tenido el privilegio de oír. Por fin, querría – y quizás ello sea una audacia – establecer un cierto número de reglas que se imponen a aquel que trata de hacerse escuchar. Mi ambición, en resumen es escribir una especie de Retórica, dirigiéndome especialmente a miscontemporáneos y apuntando las circunstancias en las cuales cada uno de ellos puede ser llamado a elevar la voz.
Se me preguntará cuales son mis títulos para tratar semejante tema y, sobre todo, desde un punto de vista didáctico. Yo no he defendido jamás ninguna causa, ni, franqueado los peldaños de nuestras tribunas parlamentarias, ni, naturalmente (aunque no me hayan faltado las ganas),...