Novela Detectivesca
En los años veinte, casi ochenta años después de la primera aparición literaria de un crimen a puerta cerrada, Ronald A. Knox reunió las reglas ya comunes al género policial en diez mandamientos. En su lista figuran mandatos tan dispares como “No se permitirá más de un cuarto o pasadizo secreto”, “El detective nunca cometerá elcrimen”, o “No figurará ningún chinaman en la historia”. La lista de Knox parecía tan arbitraria en la teoría como resultó funcional en la práctica. Hoy, casi ochenta años más tarde, se siguen obedeciendo –casi al pie de la letra– las consignas de Knox. Al menos, en la nueva novela de Pablo de Santis, El enigma de París (Premio Planeta-Casamérica 2007), se respetan todas las reglas salvo tres: susdetectives son los asesinos, aparecen no uno, sino dos chinamen, y el Watson de la historia es al mismo tiempo el Holmes.
El penúltimo mandamiento de la lista de Knox era que el ayudante del detective –el Watson que narra la historia– debía ser ligeramente, pero muy ligeramente, menos inteligente que el lector común. Éste es y no es el caso de Sigmundo Salvatrio, el Watson de El enigma de París.Efectivamente, a veces tenemos a un narrador joven, de inteligencia e ingenio magros, deslumbrado por la personalidad del detective al que asiste. Pero la historia está narrada a distancia, años después de que transcurre la acción, cuando el narrador es en realidad un detective ya consolidado. Así, hay momentos del relato en los que se cuela la voz del otro, la del viejo. La ambigüedad de la voznarrativa no parece intencional y resulta incómoda, porque el cambio no es ni paulatino ni siempre conciente. A ratos estamos frente a un párvulo de ideas tartamudas. Otras veces, estamos frente a un viejo sabio que mira los hechos ya con humor, ya con desdén. El narrador es a la vez un Watson y un viejo tallado a la medida de un Holmes.
Había una razón de ser del Watson: la mirada ingenua delayudante era la mejor manera de contar una historia sorprendente y de poner de relieve la grandeza del detective sin que ésta nos pareciera inverosímil ni el otro insoportable. Holmes, Poirot y C. Auguste Dupin pueden seguir siendo personajes entrañables y sus hazañas seguir siendo dignas de contarse gracias a Watson, el capitán Hastings y el ayudante anónimo de Dupin. Pero Pablo de Santisrevierte la antigua jerarquía del adlátere y el detective. Aquí, Salvatrio es testigo de su propio ingenio y nos narra su success story personal. La antigua figura del héroe detective es remplazada por nuestra versión más moderna de los héroes –los hijos de carpintero que llegan a ser presidentes o, en este caso, los hijos de zapatero que llegan a ser detectives–, y el relato del enigma es desterrado desu importancia central y suplantado por el del asenso del héroe watsoniano. Si nos inquietara la pregunta de qué habría sido de Holmes en nuestros días, encontraríamos una pista en El enigma de París. La novela de Pablo de Santis pertenece a un género detectivesco pasado por aguas democráticas. Todo apunta a que un sindicato de watsons, lidereados por un Salvatrio contemporáneo, destituiría a...
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