Ontología de calle

UN INSÓLITO DÍA PARA SILVESTRE MENDO
El incidente

I
Me cazaron durmiendo en horas de trabajo. Al mánager del hostal le extrañó que tardase
tanto en arreglar cuatro habitaciones y ordenó que fuesen a buscarme. Más concretamente, a Sid
se lo ordenó. Al recepcionista pakistaní amante de los culos traslúcidos. Por entonces no sabían
ellos que, unos pisos más arriba, en la suite Gran Boñiga,yo contendía con la hipoxia por
recuperar mis privilegios respiratorios.
Y es que una botella entera de vodka, sin acompañamiento, y en un vasito de plástico de
esos de cumpleaños, da para mucho. Sobre todo para que te fostien. Porque cuando me encontró
el paki en la cama de la suite y me despertó con su entrecortado acento de Apu, me di cuenta de
que las sábanas estaban manchadas de sangre.─¿Has dormido aquí?
Como no le hice caso siguió insistiendo.
─¡Levántate, cabrón, estás sangrando!
Me di la vuelta y le miré muy fijamente, todo lo serio que pude, tratando de exhibir mis
atributos de maníaco. La habíamos cagado. Él por denostarme; yo por arruinar lo único seguro
que tenía en aquella ciudad extraña: alojamiento mochilero y mujeres fáciles a un alcance fácil.
Porque el tratoera claro; a cambio de un colchón en la habitación del personal había que
desempeñar tareas de mantenimiento en el hostal de nueve a una, librando una vez a la semana,
y sin margen de error. Si un día fallabas, a la puta calle. Ya habían largado a varios por
indisponerse después de una noche de taxidermia neuronal. Y el próximo iba a ser yo. Porque el
lameculos de Sid no pasaría aquello poralto.
Con todo perdido, y en la cabeza aún los efectos orquestales del licor, contraataqué:
─Escucha, paki... si dices algo te clavaré un cuchillo en el culo...
Y me di otra vez la vuelta, a la espera de reacciones. Todo comenzaba ya, y traídos por
mi buen hacer, los fantasmas de meses atrás: el frío suelo de la Estación del Sur, los coños
malolientes, la carencia de medios. Me enganchó por laespalda y me arrastró fuera de la cama.
Se dibujaba el claro perfil esnobista del indio acomodado:
─Jodido... Te vas a cagar con Alan.
Y me dio un par de patadas en las costillas, ahogando mi ulterior gruñido de protesta.
Alan era el mánager, neocelandés, un cerdo racista con el que se llevaba muy bien. A ambos les
encantaba explotar a las personas, quién sabe por qué. Bueno, puede que por elsustrato
británico que toda esa gente comparte. No digo más.
Salió de la suite como un loco y se lanzó escaleras abajo con gran destreza, en busca de
mi ejecutor. A juzgar por la intermitencia del sonido de sus pisadas, iba de tres en tres.

Escalones. Aunque pisos hubiera sido mejor; verle caer desde arriba revestido por un ciclón de
negras complicidades anímicas. Qué pena de salto.
Yo meincorporé y permanecí unos segundos sentado en la cama, compadeciéndome. Me
dolía todo el cuerpo y hubiera matado por un chute de oxígeno directo en los pulmones. Notaba
la sangre vacía de este elemento. Puse los pies en el suelo y traté de acercarme al espejo que
cubría una de las paredes. Joder. ¿Quién era ese? Parecía el señor Bukowski después de cinco
botellas de Oporto y un ataque deúlcera sangrante. ¿Qué habría pasado?
Pero era estúpido pensar demasiado en eso, igual que pensar en cualquier cosa. Lo único
que me preocupaba era recuperar mis cien pavos de fianza antes de abandonar el hostal. Aunque
eso tenía muy mala pinta. Dependía de Alan, y a él no le gustaba devolver dinero a nadie, ni
siquiera si le pertenecía. ¡Vaya norma de mierda, pagar para trabajar! Desde ladirección
argumentaban con que era una medida de seguridad, por si alguien del personal decidía
desaparecer sin avisar y comprometía la jornada de trabajo.
—¿Por qué una fianza? —le pregunté a Alan el primer día, antes de empezar. Me miró
de arriba a abajo. , debió pensar. El análisis reflexivo era su fuerte.
—Por aquí pasa mucha gente... —contestó— gente así como tú... pidiendo trabajo. Están...