Pastoral Gay.

Páginas: 19 (4733 palabras) Publicado: 17 de diciembre de 2012
“De la Imposibilidad a la Responsabilidad: apuntes para una pastoral católica gay”.
Si un domingo por la noche voy calle abajo de donde se ubica mi departamento en São Paulo, hay algo de lo que puedo estar seguro: encontraré cientos de chicos; en realidad, chicos gays y lesbianas de entre 14 y 18 años de edad. Emos, góticos, con mohicanos y piercings, con la marca de diseñador de su ropainterior cuidadosamente visible, y con cuanta variedad en el vestir sea imaginable como demostración de toda la ansiedad y la gloria de la adolescencia. ¿Y por qué justo allí? Pues bien, hay un club grande en la esquina, en este que es el más popular de los dos principales barrios gays de São Paulo, que alberga una “matiné” o “función para menores de edad” los domingos por la tarde. Hay realmente variosclubes de ese tipo, pero éste es el mejor ubicado. Así es que, desde alrededor de las 4 p.m. y hasta cerca de la medianoche, los chicos que no serían capaces de entrar en un club regular a las horas nocturnas normales, pueden divertirse; cosa que hacen, tanto en el club como fuera de él, para disgusto de los conductores locales que se ven obligados a avanzar muy lentamente, ante la ineficacia delsemáforo y bajo la mirada de una discreta presencia policiaca destinada principalmente a proteger a los jóvenes de brotes de violencia ocasionales. Al fin y al cabo, de cuando en cuando los “cabezas rapadas” deciden envalentonarse, apareciéndose para dar a “los maricones” una ligerita paliza dominical. Para mi gran sorpresa, nunca he visto adultos depredadores merodeando al acecho de chicosmenores de edad. En realidad, no estoy del todo seguro si los chicos siquiera se darían cuenta de que alguien lo intentara, dado que parecen encontrarse tan completamente inmersos en su propio mundo. Si alguien lo intentara, entonces, bueno, la actitud puede ser un arma fulminante, y estos chicos poseen actitud por montones.

¿Por qué comencé con esta imagen? Si ustedes me hubieran dicho, hace quinceo veinte años, que algo como esto sería considerado realmente como muy normal en una ciudad importante, lo hubiera pensado imposible. La total normalidad, la adorable aunque ligeramente histérica banalidad adolescente de todo esto es lo que parecería imposible. Hasta donde puedo entender, he aquí una generación cuya introducción en el mundo del cortejo, de las citas y de formar parejas, sucede almismo tiempo que la de sus contemporáneos de la escuela media y de la secundaria, teniendo como fondo la misma música, moda, arranques de angustia, competencias de berridos y demás. A pesar de que los chicos de mi barrio son capaces de expresarse de una forma particularmente libre, el hecho de que su patrón de relación sea con personas del mismo sexo no parece ser, en ningún sentido, lacaracterística más llamativa o importante de cuanto rige sus vidas.

Ahora bien, permítanme llevarlos aún más abajo de la misma calle, justo pasando mi puerta delantera, de hecho. Al principio, no podrán notarlo, en medio de todas las formas normales de vida gay de acera, con grandes multitudes de hombres que se vuelcan a las calles para platicar pacíficamente fuera de los bares (las lesbianas tienden acongregarse en barrios ligeramente distintos); pero, si se quedan por ahí un buen rato, tengan por seguro que se darán cuenta de ello: la presencia de un número significativo de los que en el Reino Unido llamamos rent boys, “chicos de alquiler” en Estados Unidos “hustlers” y que en México se conocen como chichifos. En cualquier caso, trabajadores sexuales. Uno de ellos una vez me hizo ver algo queyo no habría notado por mí mismo: si uno de sus colegas tiene joyas, por sencillas que éstas sean, es muy probable que no estén consumiendo drogas. Dado que son gente pobre, las drogas que pueden permitirse son del tipo más nocivo y adictivo —crack y metanfetaminas—, y la ruta que lleva de la primera dosis a la pérdida total de la autoestima y, con ella, la de la ropa decente y los accesorios,...
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