Pateando Paraisos Arrabal, Fernando

Páginas: 83 (20551 palabras) Publicado: 29 de noviembre de 2012
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Pateando paraísos
Fernando Arrabal

www.manuscritos.com
ISBN 84-931400-7-4

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Fernando ARRABAL

PATEANDO PARAÍSOS
(SEX AND BOOST BEHIND BARS)

© Fernando Arrabal, 2000 © Manuscritos, 2000 ISBN 84-931-400-7-4 Portada: “Tríptico con el juicio final”, de Georgios Klantzos (1565-1600)

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En la Cruz del Cura hay una banda de superquinquis dispuestos a quitarle elpellejo a su madre y mearle en la raja en el funeral. Los propios quinquis y la poli aparcan a distancia de sus leoneras. Pero venden el caballo mejor de Madrid. No se necesita ni limón para disolverlo. Solía ir con un cabo de la guardia civil de paisano. Nos poníamos el pico en la mismísima chabola. Sólo llevábamos lo puesto. Cuando al cabo se le subía el ajume a la cabeza, se volvía gimoteón ychupanabos. ¡Qué Cristo organizaba gritando “soy una sarasa de la serie D, un puto tomante, un pajillero de la Benemérita”! He comprado caballo en la plaza del Dos de Mayo, en las casas prefabricadas de San Blas, en el Pozo del Tío Raimundo, en las chabolas de Entrevías, en la calle Ballesta, en la Gran Vía, en el VIP, en Las Ventas, en Chueca, en madera, en Tudescos, en La Cruz del Cura... Cada esquinade Madrid ha sido etapa de mi vía crucis. Me ha visto babear, llorar, descojonarme por medio gramo de mierda para la charamusca. El Canas me contó que un rey quería gozar de todo. Y tener la potra de poder cambiar en oro lo que tocaba. Pero se moría de hambre rodeado de panes y frutas de oro. Entre atropellos y vacío Solo he conocido el oro churretoso de mi puta vida de yonqui.

5Escribiéndote estas cartas toco tierra. Quiero que sepas cómo probé por vez primera el caballo. O sea, la heroína. Estaba yo entonces con la boca amarga y el corazón superderrotado. El tiempo lo veía pasar como una nada salpicada de angustias acojonantes. Casi peores que las que me entran aquí en la cárcel de tanto follar. De espatarrarme con bufos y calaveras. No había cumplido los diecisiete años cuando meestrellé contra el caballo. Antes de la mili, claro. Me llevaba fatal con mi madre. Un día le quité las llaves de su coche del ministerio. Su chófer estaba de descanso. Me di una vuelta Solo, para sacarle el jugo. No llegó ni a una hora. Un latigazo de gusto. Me tenía “completamente” prohibido que le tocara su carroza de ministra. Cuando volví a casa estaba ella como suave, como ajena. Palpitabael ala negra de su mala leche. Me entró de sopetón un resquemor con callos. Supe lo que iba a decirme. Cuando habló, la oí como si estuviera viendo una película extranjera y me conociera ya los subtítulos de memoria. Más mansa que el sosiego, me pidió que le devolviera las llaves. Cuando lo hice, me pegó un hostión con la coctelera metálica. Resonó en toda la casa como si me hubiera roto el almade un cañonazo. De postre me dio una paliza de órdago. Me cabreé un montón. El arrebato a bocinazos se trompicó contra las cuatro paredes de mi cuarto. Me largué de su casa. Sol y su novio de entonces, Jimmy, me dejaron vivir con ellos. Y con otras fieras que se habían

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desencerrado de sus familias. Todos con la sesera en la bragueta. Trabajé yo entonces de recogecartones por la calle. Unjubilado de burdel conducía el camión. Me sacaba unos cinco boniatos diarios (es decir, cinco mil pelas). Sin contar con lo que choriceaba. Cuando volvía a las tantas, siempre la misma pelicula triple X: toda la banda supercolgada de caballo. Con las venas acribilladas. Sol, Jimmy y yo saludábamos al día follando despelotonados. En plata: ellos mareados perdidos. La Sol con las brevas a tiro, y elchichi retozón. Jimmy tragaba por el segundo canal. Y yo de cojón de viudo, tracatrá. Pero con el sueño fósil del hombre que hubiera podido ser. Me impresionaba un huevo verles pincharse las venas. Ya te contaré otro día cómo se pone un pico. Entonces, la verdad es que me daba más que miedo. Pero al cabo de unos días viéndoles chutarse sin parar, aquello dejó de encogerme el culo. Comenzó a...
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