pizarro

En una hornacina de uno de los palacios de Trujillo, frente a la plaza principal construida a mediados del siglo xvii, se encuentra esculpido el rostro de Francisco Pizarro, con sus facciones de barba rala. Junto a este se observa el escudo de armas que le confirió el emperador Carlos V, emblema que muestra a su prisionero, el emperador inca Atahualpa, con una cadena al cuello. Es el únicoretrato contemporáneo que se conoce de Francisco Pizarro.
Uno de los conquistadores que lo acompañó lo describió como el hombre más fuerte y valiente que hubiera conocido y "que en ello no había otro que se hiciese ventaja". (1) Esta era una opinión compartida por muchos de los veteranos de la conquista hispánica, entre ellos Nicolás de Ribera el Viejo, quien relató al historiador Agustín de Zárateque, al ver a uno de sus siervos indígenas llevado por la corriente cuando cruzaba un río, Pizarro se lanzó al agua y lo rescató arrastrándolo del cabello, un acto temerario al que ninguno de sus hombres se atreviera.(2)
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, que lo conoció en el istmo de América Central, registró su impiedad y sostuvo que el conquistador “se había graduado” en las crueldadesde las Indias. Según quienes lo conocieron, Pizarro fue también modesto y reservado, hombre de pocas palabras y gustos sencillos, que prefería las esteras de un piso o una hamaca al lujo de una cama. Hombre franco, con el acento blando del campesino extremeño, era tosco en sociedad pero nunca pidió a sus hombres nada que no estuviera dispuesto a hacer. Otros lo consideraban el portador de unaambición sin fisuras y una visión que pocos mercaderes de esclavos y veteranos de las Indias podían comprender; esa visión lo llevó a España luego de una ausencia de veintisiete años.


UNO

El viejo mercader de esclavos

Era hombre alto, seco, de buen rostro, la barba rala.
Pedro Pizarro, paje y pariente de Fernando Pizarro

Alzándose sobre la línea del horizonte en un llano estéril, lasmurallas y campanarios almenados de Trujillo podían verse con nitidez desde la vía principal de Extremadura a Badajoz, que serpenteaba hacia la frontera portuguesa. Un sol abrasador sofocaba el acceso sin viento de la ciudad mientras el viejo mercader de esclavos y su menuda caravana de caballos y mulas entraba por la puerta Norte, próxima al antiguo castillo, haciendo resonar sus cascos por lascallejuelas. Era el otoño de 1529 y habían pasado dieciséis años desde que acompañara a su coterráneo extremeño Vasco Núñez de Balboa en un viaje que culminó en el descubrimiento del océano Pacífico.
Pizarro había permanecido durante casi un año en la corte de Toledo. Allí se le había concedido una audiencia con el joven emperador Carlos V, a quien le presentó una parte de su reducido botín de oro,las llamas y las aves tropicales obtenidas en su exploración de la costa ecuatorial de América del Sur. Esas tierras habían sido descubiertas siete años antes por el vizcaíno Pascual de Andagoya, quien equivocadamente les dio el nombre de una tribu local, conocida como “birú” o “perú”. Si bien al emperador lo impresionaron los obsequios y objetos traídos por el viejo mercader de esclavos, así comolos animales y las aves que ordenó colocar en su pequeño zoológico en las afueras de la ciudad, no rechazó ni concedió el permiso que su súbdito le solicitara para reunir una expedición de conquista de esas tierras. En cambio, instruyó a su secretario privado para que transmitiera el asunto al Consejo de Indias, cuerpo que controlaba el gobierno exclusivo de España sobre el imperio americanorecién fundado en el Nuevo Mundo.
La presencia en la corte del analfabeto veterano de Indias, sencillo y mal vestido, acompañado por dos muchachos indígenas y un marinero griego proveniente del modesto asentamiento de Panamá, había despertado algo de curiosidad inicial e incluso cierta aclamación. Sin embargo, no había encontrado rastros de la euforia generada el año anterior por el retorno a...