PLAN LECTOR




Tres días para Mateo
José Antonio Galloso (PERÚ)
-Aquí estoy, sentado al fondo del salón. Casi echado. Tamborileando con dos lapiceros sobre la carpeta. La pizarra está llena de ecuaciones interminables que para mí no tienen otro sentido que el de fregarlo todo. Miro mi reloj, estoy impaciente, después toca Educación Física.
-¿Cuánto falta? -pregunta Julio César Rodríguez desde lacarpeta de al lado, mientras resuelve rápido un ejercicio.
- Diez minutos - respondo. La rodilla me rebota ansiosa sobre el talón.
-iYa terminé! ¡Miss! ¡Miss! -Julio César Rodríguez agita el flaquísimo brazo en el aire.
-¡Ya terminé! ¡Aquí! ¡Aquí!
-¡ Sobón! ¡Chupamedia! -murmuro haciéndome el que escribo.
- No es eso Valdivia, estos puntos de bonificación valen oro. Cuatro puntitos más y meexonero de la quinta nota.
-¡Tonterías, eres un sobón!
-A ver Rodríguez, sal a la pizarra -dice Miss Genoveva Otayza, talareña orgullosa, criollísima y dicharachera, más parece anticuchera queprofesora de matemáticas.
-Cómo no, Miss, cómo no -Julio César Rodríguez avanza presuroso a la pizarra. El cuerpecito enclenque, la cabeza enorme, el pelo duro y terco bien al rape. Sólo mirarlo darisa.
-¿A ver, Valdivia, cuál es el chiste?
-Miss Genoveva Otayza me incrusta los ojos y tras ella el salón entero. Menos Rodríguez, que continúa copiando en la pizarra.
-No, ninguno -respondo.
-¿Cómo que ninguno? -Miss Genoveva Otayza se saca los lentes y los pone sobre la mesa.
- Entonces estás loquito, te ríes del aire.
Silencio, murmullos, una que otra risa.
-Estoyesperando.
-Me estaba acordando de algo personal -respondo.
-Mira, Valdivia, tú a mí no me vas a hacer cholita. Yo soy de Talara y cuando estás de ida, yoestoy de vuelta. Yo sé que tú te sientes vivo, bacán, pero yo soy más viva que tú, entiendes.
(¡Vieja estúpida! Debería mandarte al diablo y decirte un par de cosas que hace tiempo quiero decirte, pienso y la miro de frente, altanero).
-¿Meentiendes, Valdivia? -y ¡plaf! azota la mano sobre el escritorio.
-Sí.
-¿Perdón?
-Sí, Miss -Contesto (¡Hijeputa!, pienso).
-Ya, Miss -interrumpe, acertada, Pero involuntariamente, Julio César Rodríguez-, ya terminé.
-Bien. Vamos a revisarlo
-Miss Genoveva Otayza se pone los lentes-. Ustedes corrijan en sus cuadernos. Valdivia, quiero verte trabajar.
Abro mi cuaderno en cualquierparte y copio sin prestar atención; dibujo un cinco enorme, un nueve pequeñito, un cero chato y alargado, un signo positivo que estira uno de sus extremos ondulante por toda la página. Miro mi reloj: 9:45 am. Cierro el cuaderno con el lapicero dentro.
-Eres un vago -susurra María del Pilar Pinto, vicepresidenta del consejo estudiantil.
Volteo y como siempre, me estrello con la narizenorme y con esos lentes de poto de botella, que dejan ver al fondo un pequeño par de ojitos inquisidores:
-A ver. María, explícame -pongo mi mano sobre la suya-¿por qué me tratas así?
-Ay, Mateo, no empieces, pues -quita la temblorosa mano.
-No, en serio, María, ¿por qué me tratas así si yo te quiero tanto?
-Le voy a decir a la Miss.
-No pues, María -le vuelvo a coger la manoahora sudorosa.
-¡Miss! -levanta la voz amenazante.
-Ya, ya, ya. No te molestes.
Me volteo. Julio César Rodríguez regresa a su lugar con el punto de bonificación colgándole de la cara.
-¿Cuánto falta? -me pregunta.
-Nada, ahorita toca.
Suena el timbre, estridente, corrosivo, pero musical y dulce para muchachos que, como yo, no entienden por qué diablos se tiene que estudiarmatemáticas en el colegio. Rodríguez guarda una a una el millón de cosas que inundan su carpeta. Yo guardo el cuaderno en la mochila y llego agilísimo a la puerta junto con Miss Genoveva Otayza.
-¡Ay, Valdivia! ¡Valdivia! Siempre el más flojo queriendo salir primero. A ver Valdivia, ¿qué se puede hacer contigo?
-Nada, Miss, nada -respondo (¡Nada, conchetumare!, pienso).
Atravieso el vano...