Platon republica libro 7

Páginas: 51 (12706 palabras) Publicado: 3 de septiembre de 2014
Texto : República, libro VI (1-21)
1. —Así, pues —dije yo—, tras un largo discurso senos ha mostrado al fin; ¡oh Glaucón!, Quiénes son filósofos y quiénes no.
—En efecto —dijo—, quizá no fue posible conseguirlo por más breve camino.
—No parece —dije—; de todos modos, creo que se nos habría mostrado mejor si no hubiéramos tenido que hablar más quede ello ni nos fuera preciso el discurrir ahorasobre todo lo demás al tratar de examinar en qué difiere la vida justa de la injusta.
—¿ Y a qué —preguntó— debemos atender después de ello?
—¿ A qué va a ser —respondí— sino a lo que se sigue? Puesto que son filósofos aquellos que pueden alcanzar lo que siempre se mantiene igual a sí mismo y no lo son los que andan errando por multitud de cosas diferentes, ¿ Cuáles de ellos conviene que seanjefes en la ciudad?
—¿ Qué deberíamos sentar —preguntó—para acertar en ello?
—Que hay que poner de guardianes —dije yo— a aquellos que se muestren capaces de guardar las leyes y usos de las ciudades.
—Bien —dijo.
—¿Y no es cuestión clara —proseguí—la de sí conviene que el que ha de guardar algo sea ciego o tenga buena vista?
—¿Cómo no ha de ser clara? —Replicó.
—¿Y se muestran en algodiferentes de los ciegos los que de hecho están privados del conocimiento de todo ser y no tienen en su alma ningún modelo claro ni pueden, como los pintores, volviendo su mirada a lo puramente verdadero y tornando constantemente a ello y contemplándolo con la mayor agudeza, poner allí, cuando haya que ponerlas, las normas de lo hermoso, lo justo y lo bueno, y conservarlas con su vigilancia una vezestablecidas?
—No, ¡por Zeus! —Contestó—. No difieren en mucho.
—¿Pondremos, pues, a éstos como guardianes o a los que tienen el conocimiento de cada ser, sin ceder en experiencia a aquéllos ni quedarse atrás en ninguna otra parte de la virtud?
—Absurdo sería —dijo— elegir a otros cualesquiera, si es que éstos no les son inferiores en lo demás; pues con lo dicho sólo cabe afirmar que les aventajanen lo principal.
—¿ Y no explicaremos de qué manera podrían tener los tales una y otra ventaja?
—Perfectamente.
—Pues bien, como dijimos, al principio de esta discusión, hay que conocer primeramente su índole; y si quedamos de acuerdo sobre ella, pienso que convendremos también en que tienen esas cualidades y en que a éstos, y no a otros, hay que poner como guardianes de la ciudad.
—¿ Cómo?
2.Misión del filósofo
—Convengamos, con respecto a las naturalezas filosóficas, en que éstas se apasionan siempre por aprender aquello que puede mostrarles algo de la esencia siempre existente y no sometida a los extravíos de generación y corrupción.—Convengamos.—Y además —dije yo—, en que no se dejan perder por su voluntad ninguna parte de ella, pequeña o grande, valiosa o de menos valor, igualque referíamos antes de los ambiciosos y enamorados.—Bien dices —observó.—Examina ahora esto otro, a ver si es forzoso que se halle, además de lo dicho, en la naturaleza de los que han de ser como queda enunciado.
—¿Qué es ello?—La veracidad y el no admitir la mentira en modo alguno, sino odiarla y amar la verdad.—Es probable —dijo.—No sólo es probable, mi querido amigo, sino de toda necesidad queel que por naturaleza es enamorado, ame lo que es connatural y propio del objeto amado.
—Exacto —dijo.—¿Y encontrarás cosa más propia de la ciencia que la verdad?
—¿Cómo habría de encontrarla? —Dijo.—¿Será, pues, posible que tengan la misma naturaleza el filósofo y el que ama la falsedad?
—De ninguna manera.—Es, pues, menester que el verdadero amante del saber tienda, desde su juventud, a laverdad sobre toda otra cosa.—Bien de cierto.—Por otra parte, sabemos que, cuando más fuertemente arrastran los deseos a una cosa, tanto más débiles son para las demás, como si toda la corriente se escapase hacia aquel lado.
—¿Cómo no?—Y aquel para quien corren hacia el saber y todo lo semejante, ése creo que se entregará enteramente al placer del alma en sí misma y dará de lado a los del cuerpo,...
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