Profesora
Mi ensayo adolece de los dos defectos que he señalado. He debido abandonar las pruebas que corroboran mis asertos; he debido aspirar a ser creído bajo la fe de mi palabra. No trato tampoco de convencer a nadie. Cuando se asume el papel dehistoriador de un período lejano, lo único que interesa es ser objeti¬vo, gráfico.'Esta ha sido mi aspiración en este estudio. Las ideas, las doctrinas en el devenir de la historia, carecen de importancia para mí. Mucho más me interesa seguir la ley de la vida, su juego, su armonía y desarmonía, la ley bioló¬gica que impulsa la historia. Soy demasiado escéptico para apasionarme por las cosas del pasado:en ellas miro sólo el prodigioso arte de la vida. Quién sabe si este esquema participe de este escepticismo.
LOS FUNDAMENTOS MORALES DE LA SOCIEDAD
Al terminar el siglo XVIII, la sociedad chilena, en sus diferentes jerarquías, se cimentaba sobre dos grandes principios místicos: el del dogma de la majestad real y el del dogma de la majestad divina, es decir, en un respeto incondicional a laCorona, que era el símbolo supremo del espíritu español en el cual total¬ mente se encarnaba, y en una veneración absoluta a los principios de la Iglesia. Ambos dogmas ya entonces habían perdido algo de su antigua y sólida consis¬tencia moral: el real se había debilitado a impulsos de las propias reformas que la monarquía introdujo en sus dominios, y por ciertas medidas que lastimaron profundamentela conciencia de la clase social preponderante, tales como la falta de una verdadera libertad de comercio, la expulsión de la Compañía de Jesús y, finalmente, el término del régimen de las encomiendas. El dogma de la majestad divina perdió a su vez vigor. Las costumbres patriarcales de la antigua sociedad de los siglos XVI y XVII, dominadas enteramente por el espíritu y moral de los sentimientosde algunos extranjeros que solían cuidarse de chilenas, principalmente franceses e italianos. La Iglesia, desde la expulsión de la Compañía de Jesús, no manejaba el freno de las conciencias y, desde el mo¬mento en que la ilustración se hizo un poco más vasta, fue posible percibir en los espíritus, si acaso no una rebeldía, por lo menos un sí es no es de indepen¬dencia moral, para juzgar yapreciar los actos de la vida desde un punto de vista psicológico y moral. Sin embargo, todavía la Iglesia se conjugaba plenamente para acentuar y darle toda su expresión de forma al dogma de la majestad real, del cual continuaba recibiendo no pocos beneficios.
LA POBLACIÓN Y SUS CLASES SOCIALES
Tal era, en resumen, el fondo moral de la sociedad al iniciarse el siglo XIX. La población del país,...
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