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EL HOMBRE
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QUE QUERIA RECORDAR
ANDREA FERRARI

PARTE I
La conversacion
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El principio, dice usted. Fue un principio extrano,
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como todo en esta historia. Al tipo lo conocı un mier´
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coles por la noche en la puerta del diario. Lo primero
que pense al verlo fue que no parecıa loco. Tal vez
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algo extrano, un poco ido, pero no loco. Y por el
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momento eso me dejotranquilo, porque lo que a mı
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en verdad me preocupaba era que estuviera completamente chiflado.
Lo observe desde lejos y le calcule unos cuarenta
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y cinco anos. Era alto, con un fısico bastante acepta˜
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ble y una barba apenas canosa. Recien al acercarme
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observe que tenıa una venda en la muneca y marcas
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violaceas en la frente, como si alguien le hubiera
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partido el alma agolpes. Me pare a su lado y mur´
mure que me enviaba Polini, para escuchar lo que
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tuviera que decir.
Pero primero tendrıa que explicarle a usted quien
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es Polini y que hacıa yo ahı. Se suponıa que mi pre´
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sencia en el diario El Nacional era un premio. Eso
decıan por lo menos las bases del concurso «Con vo´
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cacion de periodista» en el que habıa ganado el pri´
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merpuesto. Para ser sincero, yo no tenıa la mas mı´
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nima vocacion de periodista. Me habıa metido en ese
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asunto empujado por Vazquez, mi profesor de lite´
ratura en la escuela, que tenıa unas desmedidas ex´
pectativas sobre mis habilidades. Aquel dıa en el aula
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dijo que el concurso era una fabulosa oportunidad
para los que escribıan bien. Dijo eso y clavo sus ojos
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en mı.Pero no se crea que me tenıa tanto aprecio.
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Creo que si yo ganaba el obtenıa algun tipo de ven´
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taja por ser mi profesor.
Yo, sin embargo, mire para otro lado. Francamen´
te, el asunto me interesaba bien poco. Que quiere que
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le diga, yo en ese momento solo contaba cuantos dıas
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faltaban para las vacaciones. Pero entonces vi que Luciana se acercaba al profesor para obtenerlos datos
del concurso. Para entenderme usted tendrıa que co´
nocerla a Luciana: una de esas rubias que cortan
el aliento. Yo me habıa pasado el ano entero inten´
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tando que esa chica depositara en mı sus ojazos y
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todo lo que habıa conseguido habıan sido diecisiete
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segundos de su atencion, y eso un dıa en que me
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pregunto la hora porque yo era el unico en todo el
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cursoque habıa llevado reloj.
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Esa es la verdad, me metı en el concurso con el
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unico objetivo de conquistarla. Pense que si los dos
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participabamos tal vez habrıa oportunidades de verla
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fuera de la escuela. Pero nada. Cuando recibı la car´
ta ya era verano, habıan empezado las vacaciones
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y Luciana habıa quedado definitivamente fuera de
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mi vida, creo que sin haberse enteradonunca de mi
existencia.
La carta en cuestion anunciaba que yo habıa ga´
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nado el primer premio, lo que me hacıa acreedor a
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tres cosas: doscientos pesos, la publicacion de la nota
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y dos meses de estadıa en el diario como aprendiz de
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periodista. El dinero me venıa de maravilla y la pu´
blicacion parecıa ser una buena noticia. Sobre el resto
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no estaba muy convencido.Le digo mas, estuve a
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punto de ignorar esa parte: pense en cobrar la plata
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y mandarme a mudar. Si no lo hice fue por mi madre.
No para complacerla, sino para aliviar la presion con
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la que me estaba sofocando dıa a dıa debido a mi
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falta de vocacion. «Estas desganado», decıa. Es una de
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sus palabras favoritas: «desganado».
Se que me estoy yendo por las ramas. Pero cuento´
todo esto para que usted entienda que el tipo cayo
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en mis manos de pura casualidad. Se que alguien an´
duvo diciendo que habıa un conocimiento previo o
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que conformabamos algo ası como una sociedad, pero
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´ l no me busco ni yo me propuse enno es cierto. E
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contrarlo. En verdad, creo que el encuentro fue una
suerte de venganza hacia mı, una demostracion del
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desagrado...