Reflexion
¡Qué difícil vida la de un professor! Paseo lo que pase nunca me arrepentiré de haber escogido esta ingrata y a la vez satisfactoria vocación.
Años atrás,cuando era alumna les exigía a mis profesores, hablaba mal de ellos y enaltecía a aquellos que eran amistosos y condescendientes con las notas. Siempre me lateaba con sus viejos discursos: - cuandoestén en la Universidad se van a arrepentir de no haberse esforzado más. Palabras al viento pensaba yo, porque a nadie le importa lo que dicen –maldita inmadurez- y seguíamos como si no nos hubiesenadvertido tales cosas.
La verdad llega; y cuando entras a la Universidad te das cuenta que eran verdad los fomes discursos del viejo profesor y que lo vaticinado se hace realidad como los pergaminos deMelquíades.
Al igual que el profesor, el alumno también sufre y lo pasa bien en su rol, a veces,el profesor es lo máximo y en otras ocasiones, una basura que habría que lanzar al tarro, pero enla educación el tiempo es vertiginoso y prontamente salimos del colegio, miramos la realidad con otros ojos y terminamos por valorar lo que otros hicieron por uno.
Hoy, como profesora estoyagradecida de muchos de mis “maestros”, porque para mí fueron más que profesores y siendo, yo, ahora, una de ellos lamento que nuestros alumnos de hoy no sientan por sus educadores el cariño y elagradecimiento que debiese ser natural.
Un hecho me marcó muy temprano. Me enteré que un alumno de uno de los colegios maristas se había suicidado y me devastó. No lo conozco, no sé de su familia, no tengoidea de cómo era ni por qué lo hizo, pero cuando escuché lo ocurrido el corazón se me apretó y un nudo en la garganta me dejó inmóvil. Eso me hizo ver cada uno de los rostros de mis alumnos. En eseinstante lamenté no tener cercanía total con muchos y reflexioné qué hacía por ellos, las respuestas rondaron en mi mente. Desarrollé mis clases y me dediqué a observarlos con otros ojos, los que ven...
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