Reflexion

 Una vieja caja de cartón, una muñeca rota... una vida de ilusión.
 
Qué fácil resulta ser feliz, dibujar una sonrisa en el rostro, tornar las nubes sol, acariciar a un pajarillo herido, oler una flor... soñar.
La hermosura de la inocencia, esa que rasga las vestiduras de la hipocresía adulta, que deja desnudo al infante.
¡Añorada niñez!
            La más absoluta belleza es la pureza delalma, predico que si ella muere perece la esencia del ser humano.
 La grandiosidad de las cosas sencillas, de las cosas pequeñas.
Grandiosidad que sólo los niños saben ver. Supongo que por ello encuentran belleza en una muñeca rota, en una vieja caja de cartón.
La pureza de sus actos espontáneos, las lágrimas sinceras ante un pajarillo herido, el brillo de sus ojos ante la figura de la madre, suternura.
La mirada de un niño es la transparencia del corazón, sus palabras no guardan doble sentido, mala intención, no conocen la hipocresía, la ironía, las verdades a medias, mentiras piadosas...
Sólo saben lo que su órgano bombardeador les dicta, muchas veces dejando al descubierto a sus padres que intentan justificarse escudándose en “son cosas de niños”.
Sencillamente, niños.            Pero, ¿dónde termina la inocencia?.
Tristemente la edad no perdona y lógicamente arrasa con todo lo material, muere la piel tersa, los ojos despiertos, el color y vigor del cabello, la energía y vitalidad.
Y a pesar de los intentos que ponemos por paliar los efectos que consideramos nocivos del paso de los años, solamente conseguimos un breve retraso. No obstante, no parecemos interesados en impedirperder la belleza eterna, la del alma. Incluso obligamos al tiempo a tomar a ese niño que creíamos llevar dentro.
Es triste ver que cada día se deja antes de ser niño, cada generación tiene más prisa por crecer que la anterior y cada vez con más precocidad el niño mira su cuerpo y se da cuenta de que está desnudo.
            Tal vez con intención de culpar a quien pueda ser responsable de estapérdida de valores o a mí misma por también haber sucumbido a la vanidad o falso atractivo de la materialidad que hoy día nos envuelve, renunciando a la verdadera felicidad. O más que una querella sea un deseo infrenable por aferrarme a una edad bendita, a una mirada limpia. Tal vez por ello escribo una historia inventada que inevitablemente resulta real. La imaginación bebe de la experiencia, del díaa día, de esta vida.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
            Queridos papá y mamá: Os escribo esta carta desde un rincón de una amplia habitación, sí, mamá, yo que siempre me quejaba de lo pequeño que era mi cuarto y no sabes cómo he llegado a echarlo de menos, mis ositos de peluche todos amontonados, mis fotos, mi diario... no puedes imaginar la importancia que le doy ahora a todo. Añoro tusbesos, aquellos que tantas veces gruñí porque decía que yo ya era muy mayor para esas cosas, hasta me hace falta el silbido de papá por las mañanas, o el que Anita me quite mi ropa, nuestras confidencias en la cocina, mis amigos... mi vida.
Aquí me tratan bien, son buenos conmigo... pero hay tantas cosas que ya no puedo hacer.
Todavía me pregunto por qué a mí, dime ¿algo ha mejorado?.
Recuerdo esedía como si fuera ayer.
Era lunes, papá me despertó como todos los días con su silbido de las 7.00. Jugueteé con las sábanas, yo que nunca me hacía la remolona porque me gustaba bajar la primera a desayunar y coger el cuarto de baño antes que la pesada de Anita. Supongo que las malas vibraciones de ese fatídico día se hacían presagiar desde la cama. Finalmente tú entraste y con un beso en lafrente me obligaste a despertar. Fue la última vez que mi piel sintió el cálido roce de la tuya, ese perfume a rosas que yo siempre adiviné en ti. Sabes, aquí huele a rosas pero  aún no he acertado a encontrarte.
Llegué al colegio y Marta y María me esperaban en la puerta, son las chicas de las que últimamente siempre hablaba, las que tú me decías que idealizaba. Ahora sé que como...