Simmel, La metrópolis
en aumento demografico a finales del siglo XIX. A lo largo de su famosa obra
“Metropolis”, el
autor trata de explicar la naturalidad de la transición hacia la individualización de los rasgos
psíquicos de las personas en relación al tamaño cambiante de un núcleo urbano. Simmel se
expresa mediante ideas aún vigentes, aplicables a día de hoy sobre la condición moderna y
el inevitable encuentro violento entre el mundo interno del individuo y el mundo externo de la
sociedad y de las ciudades. En el siglo XVIII, el individuo se encontraba sujeto a diversos
lazos opresivos como la religión o la política que limitaban el crecimiento personal
estableciendo desigualdades injustas y anacrónicas para el hombre. Más tarde, a finales del
siglo XIX, será cuando surgirá el grito de libertad e igualdad, la creencia en la libertad
absoluta de movimiento para el invidividuo en todas las relaciones sociales e intelectuales.
Este nuevo tipo de habitante en la metrópolis gozará de características inéditas en
materia de la interacción entre invidividuo y sociedad. Esta relación se caracterizará por un
ritmo tensionado y frenético, imposible de esquivar. En medio de esta nueva tendencia, el
urbanita comienza a configurar un tipo de personalidad moderna, capitalista, indiferente y
reservada, caracterizada por la intensificación de los estímulos nerviosos. Este rápido e
ininterrumpido intercambio de expresiones internas y externas provoca un enfrentamiento
entre los logros objetivamente medibles y los pequeños círculos en los que es más posible
conocer la individualidad y establecer un vínculo sin importar la prestación de servicios. De
este modo, se produce una derivación hacia el estrangulamiento de la individualidad. Esta
singularización quedará supeditada debido al proceso de especialización que transforma al
humano en una pieza más dentro de un engranaje en el cual no tiene ni voz ni voto. Por ello
surge la necesidad de exagerar lo personal, por tal de evitar la inminente atrofia de la cultura
individual y la consecuente hipertrofia de la cultura objetiva.
¿Cómo es capaz el humano de ajustarse a estas nuevas exigencias sociales? En un
entorno en el que se entrecruzan varias esferas se reduce la conciencia, se produce una
homogeneización de acuerdo con los patrones establecidos. A través de una rutina de
hábitos ininterrumpidos, entendemos que la vida en la ciudad es incompatible sin una previa
integración de sus actividades inmanentes en un horario estable e impersonal. Esta
monotonía produce un giro en la manera de actuar que priorizará el entendimiento antes que
el corazón, el intelecto por encima de los sentmientos como mecanismo de adaptación al
medio. Esta priorización no se puede entender sin su conexión con la economía monetaria, el
cúanto cuesta. En medio de un constante intercambio entre desconocidos, el dinero, debido a
su naturaleza calculadora, se convertirá en un factor de peso en esta deshumanización del
individuo. Así, se establece una actitud generalizada basada en el hastío, el
blasée
. Esta
actitud se caracteriza por la insensibilidad ante la diferencia de las cosas, la ignorancia del
valor diferencial de los casos considerados insustanciales. El dinero será pues el nivelador
más atroz que marque la preferencia de un objeto ante otro, el responsable de expresar las
diferencias cualitativas mediante términos cuantitativos.
De este modo, la ...
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