Solaris

Páginas: 252 (62865 palabras) Publicado: 2 de octubre de 2012
SOLARIS

Stalislaw Lem

1

Título original: Solaris Traducción: Matilde Horne y F. A. © 1961 by Stanislav Lem © 1977, 1985 Ediciones Minotauro S.A. Av. Diagonal 519 - Barcelona ISBN: 84-450-7048-7 Edición digital: Luiwo R6 02/03

2

La llegada A las diecinueve horas, tiempo de a bordo, me encaminé al área de lanzamiento. Alrededor del foso los hombres se apartaron para dejarme pasar;descendí por la escala y entré en la cápsula. En el estrecho habitáculo casi no podía separar los codos del cuerpo. Conecté el tubo de la bomba a la válvula de mi escafandra, que se infló rápidamente. A partir de ese instante ya no podría hacer ningún movimiento; yo estaba allí, de pie, o más bien suspendido, enfundado en mi traje neumático, incorporado al caparazón de metal. Alcé la vista; porencima del globo transparente vi una pared lisa, y allá, en lo alto, la cabeza de Moddard asomado por la abertura del foso. Moddard desapareció, y de pronto fue de noche. Acababan de bajar el pesado cono protector. Oí repetido ocho veces el zumbido de los motores eléctricos que ajustaban las tuercas, y luego el siseo del aire comprimido en los amortiguadores. Mis ojos se habituaban a la oscuridad;distinguí el cuadrante fosforescente del contador. Una voz resonó en los auriculares. —¿Listo, Kelvin? —Listo, Moddard —respondí. —No te preocupes por nada —dijo Moddard—. La Estación te recogerá en vuelo. ¡Buen viaje! Se oyó un chirrido, y la cápsula osciló. Casi involuntariamente apreté los músculos. No hubo ningún otro ruido, ningún otro movimiento. —¿Para cuándo la partida? —pregunté. Unsusurro en el exterior, como una llovizna de arena fina. —¡Estás en ruta, Kelvin, buena suerte! —respondió la voz de Moddard, tan cercana como antes. Una ancha mirilla se abrió a la altura de mis ojos, y vi las estrellas. El Prometeo navegaba por las inmediaciones de Alfa de Acuario, pero traté, en vano, de orientarme. Un polvo centelleante llenaba el ojo de buey; el cielo de aquella región de lagalaxia me era desconocido, y no pude identificar ni una sola constelación. Yo esperaba que en cualquier momento se me apareciera alguna estrella aislada; no distinguí ninguna. El centelleo se atenuaba; las estrellas huían, confundidas en una vaga luminosidad purpúrea; así me enteré de la distancia que había recorrido. Rígido el cuerpo, oprimido en mi funda neumática, hendía el espacio con la impresiónde encontrarme suspendido en medio del vacío, y teniendo como única distracción el calor que aumentaba lenta, progresivamente. De pronto, hubo un crujido, un ruido áspero, como una lámina de acero que se desplaza sobre una placa de vidrio mojada. Y comenzó la caída. Si no hubiese visto las cifras que saltaban en el cuadrante luminoso, no habría notado el cambio de dirección. Desaparecidas muchoantes todas las estrellas, la mirada se perdía, ahora y siempre, en la pálida claridad rojiza del infinito. El corazón me golpeaba el pecho, pesadamente. Sentía en la nuca el soplo fresco del climatizador, y sin embargo me ardían las mejillas. Lamentaba no haber localizado al Prometeo; sin duda ya se había perdido de vista aun antes que los comandos automáticos abrieran las persianas del ojo debuey. Una violenta sacudida estremeció el vehículo, y en seguida otra. La cápsula se puso a vibrar; atravesando mi envoltura neumática, la vibración me alcanzó y me corrió por el cuerpo, de pies a cabeza; multiplicada, la fosforescencia del cuadrante del contador se desplegó en todas direcciones. Ignoré el miedo. ¡No había emprendido ese largo viaje para pasar ahora por encima de la meta! Llamé:

3 —¡Estación Solaris! ¡Estación Solaris! ¡Estación Solaris! ¡Creo que me voy desviando, corrijan la trayectoria! ¡Estación Solaris, aquí la cápsula del Prometeo! ¡Conteste, Solaris, escucho! ¡Acababa de perder un precioso instante, la aparición del planeta! Solaris se extendía ante mis ojos, inmenso ya, chato; no obstante, me pareció que yo estaba lejos todavía, a juzgar por el aspecto de la...
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