Solid works
Para John y Ann, que están para comérselos
Agradecimientos
Como siempre, Jenny estuvo ahí durante todo el proceso creativo, y la mera existencia de Tam y Matt me proporcionó la ayuda que necesitaba. Pete y Dana Atkins, en Cape Cod, también supieron darle al escritor lo que este necesitamientras trabaja. Soy de los que opinan que especificar el lugar donde se ha escrito un libro obedece al único propósito de darle envidia al lector pero, por si acaso no estuviese en lo cierto, me permitirán que admita que el manuscrito de esta novela ha hecho un viaje de ida y vuelta desde Wallasey a la Albufera, Roma, Cape Cod y de ahí directo a Danvers, antes de regresar al punto de partida y visitarManchester y Swansea. En cualquier caso, donde de verdad reside cualquier historia es dentro de la cabeza del autor.
Habitaciones que no ve nadie
Al cabo de los años, Amy se acordaría del día que vio la casa de la araña por dentro. En cuanto la familia hubo salido de la iglesia, supo que no iban a dar un paseo en coche. Hacía media hora que había visto el brezal aherrumbrado que cubría loscotos ocres de Partington, mas ya el cielo de finales de octubre, o la niebla, para ser más exactos, se había cernido sobre los árboles. La mole de un edificio cuajado de negras ventanas se agazapaba en el parque, por encima de la plaza del mercado, rodeada de empinados tejados de color gris oscuro, y por debajo del dobladillo de la bruma adherida al firmamento. Sus padres remoloneaban en elporche de la iglesia mientras el sacerdote alababa la rapidez con la que crecía la niña, lo cual solo conseguía que se sintiera más pequeña, a no ser que esa sensación se debiera a la presencia de aquel edificio, desproporcionado en comparación con el tamaño de la ciudad. El sacerdote se despidió con un «Cuídense de las brujas», antes de dirigir sus hirsutas mejillas al interior de la iglesia, de laque emanó una tenue vaharada de incienso que fue a mezclarse con la húmeda fragancia del otoño. —Qué cosas dice este cura —señaló el padre de Amy. —Es por el día que es hoy, Oswald —repuso la madre. —Y qué, sigue siendo un cura. Habrá tenido que estrujarse la sesera para salir con esa chanza, que es más vieja que la tarara. —No empieces con tus palabras caducas, que pareces más senil que yo. —Tumadre no está senil, ¿a que no, Amy? —Más que tú, no. —Ahí te ha puesto en tu sitio. —La madre de Amy tiró del cuello de su polo para taparse un poco más la pequeña papada que pendía bajo su barbilla, antes de abrocharse la chaqueta con forro hasta la nariz—. Bueno, ¿es que no vamos a casa? El padre de Amy se desabrochó su cremallera por debajo de la nariz, para compensar, lo que liberó su atosigadocuello rechoncho. —Hace un día de miedo para dar un paseo. —Ya verás cómo terminas por provocarle pesadillas. Yo me conformaba con sentarme cerca de la chimenea. —Todavía no sabemos lo que opina nuestra damisela. ¿Qué hay que hacer un domingo para aprovechar bien el día, Amy? Aquel trasiego de cremalleras había conseguido que Amy comenzara a sentirse constreñida dentro de su chaqueta, por lo que...
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