sombras
Y Ernenek ponía siempre cuidado en no cometer ninguna
Con todo, ya estaba cansado de pedir permiso. Y no porque Anarvik se lo negara, puesrehusarse a prestar su propia mujer o el cuchillo, habría sido digno de inaudita mezquindad; pero, así y todo, el pedir continuamente favores no era digno de quienpertenece a una raza tan orgullosa que sus miembros se llaman a sí mismos sencillamente inuit, es decir hombres, para dar así a entender al mundo que las otras razas,comparadas con la suya, no pueden considerarse compuestas por
Aquel día viendo a Siksik en un rinconcito del pequeño iglú, dispuesta a estregar las ropas de su marido,tomó una súbita decisión antes de satisfacer las exigencias de su estómago: puesto que contribuía más de lo que era su deber al mantenimiento de la minúscula comunidad,bien podía pretender participar también de los derechos conyugales de Anarvik, sin necesidad de pedirle permiso cada vez que le hacían falta los servicios de Siksik
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