Strauss Leo Derecho Natural E Historia
Derecho natural
e historia
Traducción de
Ángeles Leiva Morales y
Rita Da Costa García
Prólogo de
Fernando Vallespín
C
ír c u l o
d e
L
e c t o r e s
El ensayo como género
«Las obras de arte nunca se acaban -dijo Valéry-: sólo se
abandonan.» En el terreno de la escritura, este carácter
perpetuamente inacabado de cuanto el artista emprende, a
lo que sólo la fatiga o ladesesperación ponen punto final,
tiene su plasmación más nítida en el ensayo. En su origen, el
ensayo es la opción del escritor que aborda un tema cuyo
tamaño y complejidad sabe de antemano que le desbordan.
El ensayista no es un invasor prepotente, ni mucho menos
un conquistador de la cuestión tratada, sino todo lo más un
explorador audaz, quizá sólo un espía, en el peor de los ca
sos un simplefisgón. «Ensayar» es realizar de modo tenta
tivo un gesto que uno aún no sabe cumplir con plena efica
cia: como el niño que quiere comer solo y cuya madre le ha
cedido la cuchara se lleva un trago tembloroso de sopa a la
boca, convencido de que nunca logrará acabarse todo el
plato sin ayuda. También ensaya el actor el papel para cuya
representación aún no ha llegado la hora; y cuenta con la
simpatíadel público escaso que asiste a su esfuerzo, unos
cuantos amigos que tienen más de cómplices que de críticos
severos.
Por eso Montaigne, que juntamente inventó el género y
lo llevó a sus más altas cotas de perfección, denomina «en
sayos» a cada uno de los tanteos reflexivos de la reali
dad huidiza que le ocupan: son experimentos literarios,
autobiográficos, filosóficos y eruditos que nuncapretenden
establecer suficientemente y agotar un campo de estudio,
sino más bien por el contrario desbordarlo, romper sus cos
turas, convertirlo en estación de tránsito hacia otros que pa
recen remotos. Montaigne inicia el gesto del sabio que des
Fernando Savater
fila ordenadamente por su saber como por terreno conquis
tado, pero lo abandona a medio camino para adoptar la ac
titud más vacilanteo irónica del merodeador, del que está
de paso, de aquel cuyo itinerario no se orienta según un
mapa completo establecido de antemano, sino que se deja
llevar por intuiciones, por corazonadas, por atisbos fulgu
rantes que quizá le obligan a caminar en círculos. Se dirige
al lector no como a un discípulo, sino como a un compañe
ro. Hace suyo de antemano lo que luego dejó dicho muy
bien Santayanaen su magnífico ensayo Tres poetas filóso
fos: «Ser breve y dulcemente irónico significa dar por senta
da la inteligencia mutua, y dar por sentada la inteligencia
mutua quiere decir creer en la amistad».
En la raíz misma del ensayo está pues el escepticismo. En
este aspecto, es lo opuesto al tratado, que se asienta en la
certeza y en la convicción de estar en posesión de la verdad.
El tratadistaplantea: esto es lo que yo sé; el ensayista se
aventura por el territorio ignoto del «¿qué sé yo?». El trata
dista arrastra el tema frente al lector, bien encadenado,
para que pueda palparle los bíceps y mirarle la dentadura
como a un esclavo puesto en venta; en cambio para el ensa
yista la cuestión abordada permanece siempre intratable,
rebelde, huidiza, emancipada. Mientras el tratadista sabe todo de aquello de lo que había, el ensayista no sabe del
todo de qué habla y por eso cambia sin demasiado escrúpu
lo de tema, veleidoso, inconstante, un Don Juan de las
ideas, pero un Don Juan por inseguridad o por timidez, no
por abusiva arrogancia. De nuevo el maestro es Montaig
ne, gran merodeador en torno a cualquier punto y a partir
de cualquiera, experto en divagaciones, dueño del artede
la asociación libre en el piano especulativo, a quien nunca
faltan registros en el perpetuo soliloquio acerca de sí mis
mo al que con astutos remilgos nos convida. Por supuesto,
el inacabamiento del ensayo pertenece al plano temático,
no al formal. Aunque el ensayista no agota nunca la cues
El ensayo como género
tión que aborda, puede extenuarse en cambio puliendo sus
líneas expresivas...
Regístrate para leer el documento completo.