tecnicas de titulacion

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SOLO 12 HORAS PARA SALVARLO

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Este niño de 18 meses, condenado a
leve mor­
dedura de un perro, sólo tenía un sábado de
La única droga que podía
la. sentencia se haHaba a
5.000 }úns.Haoía sido una mala tarde de sábado. El cahw empeza­
ba en Caracas. La avenida de Lús Ilustres, descongestiona­
--- ----dacie ordinario, estaba imposible a causa de las cornetas de
los automóviles, del estampido de las motonetas, de la re­
verberación del pavimento bajo el ardiente sol de febrero y
de la multitud de mujeres con niños y perros que bmicaban
sin encontrarlo el fresco de latarde. Una de ellas, que salió
de su casa a las 3.30 con el propósito de dar un corto paseo,
regresó contrariada un momento después. Esperaba dar a
luz la semana próxima. A causa de su estado, de! ruido y el
Su hijo mayor, 18 meses, que
calor, le dolía la
paseaba con ella, continuaba llorando porque un perro
juguetón, pequeño y eXCesivamente confianzudo, le había
dado un mordisco
en ]amejilla derecha. Al
anoehecer le hicieron una cura de mercurio c;:omo. F:l niño
(~om¡;\ normaLT:cnte y se fue a la cama de buen humo"_
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111­

En su apacible pent-house del edificio "Emma ", la se­
ñora Ana de GuiHén supo esa misma noche que su perro ha­
conocía
bía morrudo un niño en la avenida Los Ilustres.
muy bien a "TQny", el animal que ella misma había criado
adiestrado y sabía queera afectuoso e inofensivo. No le
importancia al incidente. El luneS cuando S11 marido
regresó del tr3bajo, el perro le salió al enClj;~ntro. Con una
agresividad insólita, en vez de mover la cola, le rasgó el
pantalón. Alguien subió a decirle, en el r.urso de la :::emana,
que "Tony" había tratado de morder un vecino en la es­
calera. La señora Guillén atribuyó al caJor la conducta de
superro. Lo encenó en el dormitorio, durante ei dia, para
evitar inconvenientes con los vecinos. El viernes, sin la
menor provocación, el perro trató de morderla a ella. Antes
de acostarse lo encerró en la cocina, mientras se le ocurría
una solución mejor. El animal, rasguñando la puerta, lloró
toda la noche. Pero cuando la muchacha de servicio entró a
la cocina a la mañana siguiente, loencontró b~ando y pací­
fico, con los dientes pelados y llenos de espuma. Estaba
mt;crto.
6' a.m. llnperrúmuertoen la cocina

buscó apresl!radamente en la guia telefónica y llamó al
Instituto de Higiene, en la Ciudad Universitaria, dondé',
según había oido decir, se examina el cerebro de los perros
muertos por causas desconocidas, para ciderminar si ha­
bían contraído la rabia. Era aún muyt.emp,·ano. Un celddcr
de voz soflolienta le respondió que nadie negaría hasta las

7.:30.

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l"de marzo fue un sábado más para la mayoría de
los habitantes de Caracas. Pero para un grupo de personas
que ni siquiera se conOCÍan entre sí, que no sufren de la
superstición del sábado, que despertaron aquella mañana
con el propósito de cumplir una jornada·ordinaria, enCarac.as, Chicago, Maracaibo, Nueva York, y aún a 12.000
pies de altura, en un avión de carga que atravesaba el Cari­
be rumbo a Miami, aquella fecha había de ser u..'1a de las
más agif:o:adas, angustiosas e intensas. Los esposos Guillén,
puestus de f!'cnte a la realidad por el descubrimiento de la
¡;irvienta, se vistieron a la carrera y salieron a la calle sin
desayunar. El marido fue hasta elabasto de la esquina,

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¡

La señora de Guillén debía recorrer un camino l~rgo y
complicado antes de llegar a ~u destino. En primer término
necesitaba recordar, a esa hora, en la é!venída Los Ill1.stres,
donde empezaban a circular los buenos y laboriosos vecinos
que nada tenían que ver con su angustia, quién le había
dicho el sábado de la semana pasada que su perro había...