Tres Rosas Amarillas De Carver

Páginas: 21 (5208 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2012
Tres Rosas Amarillas
Raymond Carver



TRES ROSAS AMARILLAS

Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Ale¬xei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario, un sel f-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en co¬mún: sangre campesina enlas venas. Pero tanto política como temperamentalmente se hallaban en las antípodas. Suvorin, sin embargo, era uno de los escasos íntimos de Chejov, y Chejov gustaba de su compañía.
Naturalmente, fueron al mejor restaurante de la ciudad, un antiguo palacete llamado L'Ermitage (es¬tablecimiento en el que los comensales podían tar¬dar horas -la mitad de la noche incluso- en dar cuenta de una cenade diez platos en la que, como es de rigor, no faltaban los vinos, los licores y el café). Chejov iba, como de costumbre, impecable¬mente vestido: traje oscuro con chaleco. Llevaba, cómo no, sus eternos quevedos. Aquella noche tenía un aspecto muy similar al de sus fotografías de ese tiempo. Estaba relajado, jovial. Estrechó la mano del maitre, y echó una ojeada al vasto comedor. Las recargadasarañas anegaban la sala de un vivo ful¬gor. Elegantes hombres y mujeres ocupaban las me¬sas. Los camareros iban y venían sin cesar. Acababa de sentarse a la mesa, frente a Suvorin, cuando re¬pentinamente, sin el menor aviso previo, empezó a brotarle sangre de la boca. Suvorin y dos camareros lo acompañaron al cuarto de baño y trataron de detener la hemorragia con bolsas de hielo. Suvorin lo llevóluego a su hotel, e hizo que le prepararan una cama en uno de los cuartos de su suite. Más tarde, después de una segunda hemorragia, Chejov se avino a ser trasladado a una clínica especializada en el tratamiento de la tuberculosis y afecciones res¬piratorias afines. Cuando Suvorin fue a visitarlo días después, Chejov se disculpó por el «escándalo» del restaurante tres noches atrás, pero siguióinsis¬tiendo en que su estado no era grave. «Reía y bromea¬ba como de costumbre -escribe Suvorin en su diario-, mientras escupía sangre en un aguamanil.»
Maria Chejov, su hermana menor, fue a visitarlo a la clínica los últimos días de marzo. Hacía un tiempo de perros; una tormenta de aguanieve se abatía sobre Moscú, y las calles estaban llenas de montículos de nieve apelmazada. Maria consiguió a duraspenas parar un coche de punto que la lle¬vase al hospital. Y llegó llena de temor y de in¬quietud.
«Anton Pavlovich yacía boca arriba -escribe Ma¬ria en sus Memorias-. No le permitían hablar. Des¬pués de saludarle, fui hasta la mesa a fin de ocultar mis emociones.» Sobre ella, entre botellas de cham¬paña, tarros de caviar y ramos de flores enviados por amigos deseosos de su restablecimiento,Maria vio algo que la aterrorizó: un dibujo hecho a mano -obra de un especialista, era evidente- de los pul¬mones de Chejov. (Era de este tipo de bosquejos que los médicos suelen trazar para que los pacien¬tes puedan ver en qué consiste su dolencia.) El con¬torno de los pulmones era azul, pero sus mitades superiores estaban coloreadas de rojo. «Me di cuenta de que eran ésas las zonas enfermas»,escribe Maria.
También Leon Tolstoi fue una vez a visitarlo. El personal del hospital mostró un temor reverente al verse en presencia del más eximio escritor del país. (¿El hombre más famoso de Rusia?) Pese a estar prohibidas las visitas de toda persona ajena al «nú¬cleo de los allegados», ¿cómo no permitir que viera a Chejov? Las enfermeras y médicos internos, en extremo obsequiosos, hicieron pasaral barbudo an¬ciano de aire fiero al cuarto de Chejov. Tolstoi, pese al bajo concepto que tenía del Chejov autor de tea¬tro («¿Adónde le llevan sus personajes? -le pregun¬tó a Chejov en cierta ocasión-. Del diván al traste¬ro, y del trastero al diván»), apreciaba sus narracio¬nes cortas. Además -y tan sencillo como eso-, lo amaba como persona. Había dicho a Gorki: «Qué bello, qué espléndido ser...
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