Un sistema que no esta hecho para repartir

Un sistema que no está hecho para repartir


Hay un nuevo debate social relacionado con la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, a propósito del proyecto del diputado Héctor Recalde que propone -con distintos matices- repartir el 10% de las ganancias de una empresa en forma anual entre todos sus empleados. Como era de esperar, un grupo de empresariosrepresentativos del capital en la Argentina rechaza la propuesta porque “choca contra el principio constitucional de derecho a la propiedad” y espantará inversiones.

La cuestión en juego aquí, es cómo reglamentar algo que es incompatible con el sistema que regula la economía globalizada. El sistema capitalista en el que llevamos cuatro siglos, se ha naturalizado de tal modo que sus profetas e intérpretes(grupos económicos concentrados, empresarios, economías desarrolladas, etc.) ridiculizan e inviabilizan cualquier iniciativa que no surja del libre juego del mercado. Y así las cosas es bastante improbable que el sistema produzca iniciativas distributivas o se haga realidad el mito del “derrame” de las riquezas de arriba hacia abajo en el cuerpo social. En medio de la discusión quedan el trabajo ylos trabajadores, cuyo deber es insertarse en este sistema para hacerlo funcionar y recibir a cambio -según el criterio del mercado y de quienes lo digitan- el salario, la protección y su lugar en la ciudadanía social.

Mucho se ha discutido y se discutirá si el trabajo es un elemento antropológico ligado a la condición humana, o si es una categoría histórica contingente. Slogans como “el findel trabajo” reflejan la tendencia del capitalismo actual, decididamente centrado en la especulación y los servicios, afirmado en el lucro como centro de la vida y la actividad humana a cualquier precio y la necesidad de una colaboración humana que puede ser llamada trabajo, empleo, ocupación o como sea y que lleva a la mayoría de los trabajadores formales o informales –al decir del sociólogo RobertCastel- a “perder toda la vida en ganársela”.

La utilidad social del trabajo nació primero que la dignidad de los trabajadores. En las sociedades preindustriales, el trabajo forzado mantenía el equilibrio social y la mendicidad o la vagancia, era criminalizada. La Revolución Francesa abolió el trabajo forzado dando paso a la libertad de trabajo mediante las relaciones contractuales, confiandoen que el contrato ayudaría a fundar las relaciones laborales en la reciprocidad y no en la dominación. Pero eso no fue lo que sucedió. Muchos trabajadores artesanales que se autoabastecían y vivían del trabajo digno comenzaron a formar parte de un proletariado miserable y pauperizado.

Primera paradoja: esos trabajadores aislados y pobres encontraron a través de los derechos sociales el caminodel alejamiento de la tiranía del mercado. El contrato de trabajo fue progresivamente matizado por regulaciones colectivas garantizadas por la ley cuyos dos pilares son el derecho del trabajo y la protección social. En la “sociedad salarial” el trabajo es considerado dentro de un sistema de derechos y no sólo como una actividad de mera utilidad económica. El trabajador es el sujeto de esosderechos y en el trabajo encuentra su ciudadanía social. Pero, a pesar de lo dicho, el trabajo sigue siendo un factor de dominación, de explotación.

Segunda paradoja: el trabajo coacciona al trabajador pero a la vez le permite ser reconocido en la sociedad.

La subordinación salarial cristaliza una relación de dominio del patrón sobre el trabajador. El capitalismo se ha sustentado sobre la figurade la sociedad salarial. Mucho se ha ganado en el terreno de los derechos y la dignidad del trabajo y del trabajador, pero el actual capitalismo neoliberal globalizado, se vale de esta legitimidad de la subordinación salarial para ubicar al que trabaja en el lugar del que tiene que agradecer porque trabaja, tiene que esforzarse para que la empresa gane y a él le vaya bien. Pero el trabajador...