Una Parte De Ceremonia Secreta

Páginas: 24 (5933 palabras) Publicado: 6 de octubre de 2012
Durante dos días nadie vino a expulsarla del paraíso.
La señorita Leonides estaba encantada, verdaderamente encantada. Pero su situación no era todavía segura. Reposaba sobre la cuerda floja de una alucinación. Y la alucinada a ratos se quedaba mirándola fijamente, como en el tranvía. La señorita Leonides esperaba un estallido: “¿Quién es usted? ¿Y qué hace aquí, en el dormitorio de mi madre?Vamos, lárguese, lárguese rápido”, y entonces ella tendría que emigrar del edén. Otras veces la joven se sonreía como para sí, con aquella sonrisa solapada que despertaba en la señorita Leonides las más negras sospechas. “¿Será una simuladora?”, pensaba. “¿No me habrá traído aquí quién sabe con qué intenciones?” Pero no, ¿qué intenciones? Si excepto en esos raros momentos en que parecía extraviarsedentro de su propio extravío, ¡la muchachita era tan dócil, tan diligente y sumisa! No había más que decir: “querida, querida” y la muñequita correteaba sobre sus piernecitas como si le hubiesen dado toda la cuerda. Y había que ver cómo la atendía. Como a una reina.
Pero por las dudas la señorita Leonides tenía el ojo atento. Por las dudas, trataba con extrema cortesía a la guardiana del paraíso,no le hacía preguntas, no averiguaba nada. Por las dudas, se peinó con la raya al medio. No volvió a abandonar el dormitorio. Era su propiedad, su fortaleza y su refugio. Que en la planta baja sucediera lo que sucediere, le daba lo mismo. ¿Dónde dormía la joven? No lo sabía. ¿De dónde sacaba el dinero? Tampoco lo sabía. No lo sabía ni le interesaba. No tenía por qué arriesgarse por esos dédalosque podían hacer trizas su identificación hipostática con la difunta. No abandonaba, casi, el lecho, sino para reemplazarlo por la bañera, que llenaba de agua tibia y chorros de perfume, y donde permanecía horas y horas, con el agua al cuello y gimoteando de placer. Pensaba en su casita como en un lejano mundo sórdido al que, más adelante, debería regresar. Pero entretanto estaba viviendo un largodía de fiesta. Y en cuanto al mal olor, ¿qué mal olor? Ella no percibía ningún mal olor. La señorita Leonides estaba encantada, verdaderamente encantada.
La chica había vuelto a servirle una copita de aquella diabólica bebida. Luego trajo la botella, y las dos se sirvieron. Un repentino dinamismo acometió a la señorita Leonides.
-Queridita -dijo alzando los hombros y frunciendo la nariz, comoquien va a proponer una picardía-, ¿qué te parece si me pruebo uno de esos vestidos?
La joven lanzó una risa estridente (que a la señorita Leonides no le cayó nada bien), movió para todos lados la cabezota de títere y se precipitó a abrir el ropero. La señorita Leonides saltó fuera de la cama y, de pie frente al espejo de luna, fue colocándose uno tras otro los vestidos que, con toda evidencia,habían pertenecido a la falsa Leonides de la fotografía. No le quedaban mal. Un poco cortos, tal vez, y algo holgados. ¡Pero eran tan hermosos! La señorita Leonides se contemplaba en el espejo, giraba sobre sí mismo, quería verse de espaldas y de perfil, exclamaba a cada rato siempre lo mismo: “¡Pero si es un modelo, un modelo!”.
La muchacha se había sentado en el suelo y desde allí presenciaba concara ambigua los sucesivos avalares de la señorita Leonides. De tanto en tanto (¿al azar? ¿O cuando el vestido le quedaba particularmente bien? ¿O particularmente mal? ¿Cómo saberlo?) se reía chillonamente. Se reía estúpidamente. Como lo que era. Como una loca. “¿Estará burlándose de mí?”, pensaba la señorita Leonides con alguna inquietud y una pizca de cólera.
Se sirvieron otra copita.
Laseñorita Leonides trataba ahora de embutirse dentro de un traje de noche, de seda negra. Después quiso agregarle una estola de piel. Después la chica, extrañamente excitada, extrajo de algún mueble una caja de afeites, y la señorita Leonides se coloreó los labios y las mejillas.
Se sirvieron otra copa.
-¡Alhajas! -vociferó de pronto la señorita Leonides. -¿Dónde están mis alhajas? Necesito un...
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