Viendo Los Árboles y El Bosque

Viendo los árboles y el bosque
Roberto Musa G.
Los textos en análisis (sin la intención de ser redundantes) recortan ángulos acotados de la labor psicoanalítica y de su despliegue conceptual, prestando asistencia concreta frente a las dudas que surgen inevitablemente cuando el inminente desempeño de unafunción[1] nos fuerza a preguntarnos qué es lo que ella implica, hasta en sus más mínimos detalles. No es casualidad, por lo tanto, que la audiencia ficticia a la que parecen dirigirse ambos textos cobre la forma de un ansioso auditorio de estudiantes en pleno, pero alarmante, conocimiento de que se acerca su turno para saltar al escenario. Si hallarse frente al pizarrón es ya un profundo drama para másde un alumno, en el enfrentarse a un otro sin más amparo que la autoridad que la consulta imprime al encuentro se verán triplememente revividas tales ansiedades.
Ciertamente, para todo aquel que haya emprendido ya la persecución de la técnica, es enormemente significativo que dos escritos se consagren a tratar; por una parte, cómo inaugurar el espacio del análisis (Ogden, 1992) y por otraa establecer un criterio de delimitación que gobierne la admisión de un paciente o no. (McDougall, 1993). Es cierto que un camino posible de reacción frente a lo leído sería guardar con celos los consejos que en ello se dan, pero éste es más bien un camino silencioso y privado que debe reservarse a la práctica de la disciplina. Dado que queremos emprender una elaboración teórica de lo tratado enlos textos, nos centraremos en aquella dimensión que, más allá de su ámbito acotado, revelan y señalan: el edificio de la totalidad del Psicoanálisis.
El texto de McDougall trata de lo normal, y no hay estudiante de Psicología al que con sólo oír esa palabra no se le encrispe un tanto el esófago, pensando en la norma estadística y en un parcial abandono de la propia y verdadera sustanciahumana. No nos sorprendió, por lo tanto, la autora, al mencionar esa implicancia del término casi punto seguido.[2] Pudo hacerse más hincapié en una faceta crucial del rol de normalidad, que quisiera ilustrar con una pequeña viñeta extraída de un folletín de humor médico. Decía algo así como: “el Psicoanálisis es un invento para que las personas normales se sientan seres complejos”[3]. El análisis esalgo por tanto que nos rescata de esa normalidad agobiante. La estética del psicoanálisis es a estas alturas tan legítima como su ética. Si se depone la pretensión insultante de la definición burlesca, se verá que en ella hay algo de verdad. Después de todo, lo que hace el analista es contarle (en el sentido de permitir que emerja) al paciente su propia historia de una manera nueva, pero lo quegarantiza que esta historia sea la historia del paciente y no otra es un acuerdo tácito entre ambos. “El psicoterapeuta psicoanalítico requiere conservar conciente que su interpretación jamás se ajustará a la realidad de su paciente, que ambos sólo pueden encontrarse en el espacio transicional que habita entre una falso y un verdadero ser.” (Coloma, 1999).[4]
Ogden menciona cómo bajo elpretexto de una camaradería mal entendida con la que se pretende controlar la propia ansiedad se corre el riesgo de robar al paciente la posibilidad de inaugurar el análisis con sus propias palabras. (Donde imponerle al paciente una primera dirección a su discurso, puede ser equiparada a la imposición abusiva del gesto por parte de la madre). El que se enfatice la dignidad y valor de estas primeraspalabras en tanto que el paciente las elige no coercitivamente[5], es un indicio de que cada tratamiento es primordialmente único. Esto amenaza con dejarnos un tanto desamparados, ¿no? ¿Puede hacerse ciencia de lo que nunca es igual? En el ajedrez nunca hay dos partidas idénticas, sin embargo el estudio de la lógica del juego, de sus reglas profundas y la experiencia propia y de otros permiten...