volar sobre el pantano
La gramática del amor
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Rocío Carmona
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A mi madre, que sigue enseñándome a amar todos los días
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«En una hora de amor hay una vida entera.»
HONORÉ DE BALZAC
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La gramática del amor
1. DIEZ PRINCESAS
El amor es un infierno donde te quedarías a pasar la eternidad. Eso Irene lo
sabía muy bien. Desde que se había enamorado, había perdido el apetito y no
lograba conciliar el sueño.
Cada vez que cerraba los ojos lo veía a él.
Liam.
Con sólo pronunciar aquel nombre, aunque fuera para sus adentros,
temblaba por entero, como si estuvieradesnuda en el Ártico con el corazón
incendiado.
Mientras pensaba eso, Irene sacó punta a su lápiz mordido en el extremo,
totalmente ajena a lo que sucedía a su alrededor. Una sonrisa de ensoñación se
dibujó en su cara de gata mientras se inclinaba, una vez más, sobre el pupitre.
No estaba tomando apuntes, aunque iba bastante pez en gramática inglesa.
Desde que había empezado el curso en aquelinternado británico, le
estaba costando seguir el ritmo de la clase. Tras el divorcio de sus padres, la
habían facturado al sur de Inglaterra para alejarla de su pequeña tragedia
doméstica. En aquel lugar melancólico y aislado, el idioma no era el problema,
ya que su padre era norteamericano y, por tanto, ella era medio nativa. Aunque
la gramática era otra cosa. ¡Cuántas excepciones!
MientrasPeter Hugues, el profesor de lengua, apuntaba una
interminable lista de phrasal verbs en la pizarra, Irene se afanaba en escribir algo
crucial e incluso más complicado...
Nada menos que su primera declaración de amor.
Sonrió nerviosa mientras trataba de encontrar la combinación de
palabras justa, aquella que expresara sin cursilería los sentimientos de un amor
que empezaba a desbordarla.
Aúnno se explicaba cómo era posible que Liam, el chico más deseado de
la escuela, se hubiera fijado en ella. Sin duda, era un milagro. ¿Quién le iba a
decir que aquel rubiales irresistible, que podía tener a cualquier chica, la elegiría
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justamente a ella, a la ratita de biblioteca?
«Si mis amigas de Barcelona lo supieran...», pensó Ireneante el papel en
blanco.
Habían comenzado a hablar el segundo día de clase, mientras ella hacía
cola en la fuente del pasillo.
Él se había reído amablemente de Irene, que iba cargada hasta el cuello
de libros, carpetas y libretas. Le cedió caballerosamente su turno en la cola y
terminaron charlando de camino a clase.
Desde entonces se habían visto casi cada tarde, cuando Liam terminaba
susentrenamientos con el equipo de fútbol, en el que era la estrella. Paseaban
por el bosquecillo que dividía los dos edificios del internado que servían de
residencia a los alumnos, uno para las chicas y otro para los chicos.
El camino moría en el acantilado. A Irene le encantaba aquel escenario
salvajemente romántico. Las olas rompían con fuerza contra las rocas y casi no
se podía hablar acausa del fragor, pero el viento húmedo y el rugido del mar le
resultaban tonificantes. Además, cuando avanzaban por la zona más escarpada
y rocosa del barranco, Liam siempre la tomaba de la mano. Le parecía un gesto
precioso y protector, muy masculino.
Irene suspiró, pensando en su última tarde juntos, cuando el profesor
Hugues dejó de escribir en la pizarra y la miró con cara de fastidio.
Ellase enderezó sobre el pupitre, totalmente ruborizada. No se había
dado cuenta de que su suspiro hubiera sido tan notorio. Durante unos
momentos fingió abstraerse en las combinaciones de verbos y preposiciones,
pero enseguida volvió a morder su maltrecho lápiz.
Acababa de decidir que su declaración de amor tendría forma de poema.
Siempre le había gustado escribir, así que la tarea no le...
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