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Guy de Maupassant
1850—1893
Hacía poco tiempo que conocía a aquel muchacho que se llamaba René de Bourneval. Su trato era amable, aunque un poco triste; parecía desengañado de todo, sumamente escéptico, de un escepticismo mordaz, hábil sobre todo para poner de manifiesto, con una sola palabra, las hipocresías humanas. Con frecuencia lo oía decir: "En la vida no hay hombreshonrados o al menos no lo son sino relativamente a los tunantes". Tenía dos hermanos con quienes no trataba nunca, y yo suponía que su madre se había casado dos veces en vista del apellido distinto de aquellos. En algunas ocasiones había oído decir que en aquella familia había ocurrido una extraña historia, pero no me daban de ella ningún detalle. Las condiciones morales de aquel hombre me gustaban ybien pronto nos hicimos amigos.
Una noche, después de haber comido los dos solos en su casa, le pregunté, no sé por qué: ¿Usted nació del primero o del segundo matrimonio de su madre? Lo vi palidecer un poco, después sonrojarse; permaneció algunos segundos sin hablar, visiblemente turbado.
Al fin, con la sonrisa dulce y melancólica que le era peculiar, dijo:
—Mi querido amigo, si no le fastidioa usted voy a darle sobre mi origen algunos detalles bien singulares. Sé que es usted un hombre inteligente y no temo que su amistad por mí disminuya al saberlos; si lo temiera así, no sentiría el gusto y la satisfacción que siento teniéndolo por amigo.
"Mi madre era una mujer bondadosa y tímida, y por cuya fortuna, bastante considerable, M. Courcils la hizo la corte y acabó por casarse con ella.Toda su vida fue un martirio. De alma delicada, temerosa y amante, fue maltratada por aquel que debió ser mi padre, hombre de noble cuna, que no era por su aspecto ni por sus inclinaciones sino un palurdo zafio y grosero. Al cabo de un mes de matrimonio, tenía por querida una criada de la casa, sin dejar por eso de perseguir y hacer el objeto de sus torpes amores a las hijas y mujeres de suscolonos.
"Nada de esto le impidió tener dos hijos de su mujer; debería decir tres, comprendiéndome a mí. Mi madre nada decía; en aquella casa llena de ruido y algazara, vivía mi madre como esos ratoncillos que se ocultan debajo de los muebles. Asustada, acobardada, estremecida, miraba a la gente con sus ojos claros e inquietos, siempre moviéndolos de un lado a otro, con los ojos propios de una personaazorada, dominada siempre por el miedo. Era bonita, sin embargo; muy bonita, rubia, de un rubio gris, un rubio tímido, por decirlo así, como si sus cabellos se hubiesen descolorido por sus incesantes temores. Entre los amigos de M. de Coureils, que venían constantemente al castillo, se encontraba un antiguo oficial de caballería, viudo, hombre temible, de carácter a un tiempo tierno y violento, ycapaz de las más enérgicas resoluciones: M. de Rousseau; hubiera podido asegurarse que había heredado algo de aquellas resoluciones de su antepasado. Sabía de memoria el Contrato social, La nueva Eloísa y todos esos libros filosóficos que han ido poco a poco preparando y realizando la transformación de nuestros antiguos usos, de nuestros prejuicios, de nuestras rancias y antiguas leyes, denuestra moral estúpida e imbécil.
"Amó a mi madre y fue por ella correspondido. Aquellas relaciones permanecieron secretas hasta el punto de que nadie las sospechó. La pobre mujer, abandonada y triste, debió unirse a aquel hombre de una manera desesperada, y adquirir con su trato su mismo modo de pensar: teorías del libre sentimiento, audacias de amor independiente; pero como era tímida hasta el puntode no osar levantar la voz, todas aquellas teorías fueron encerradas, condensadas, prensadas en su corazón, que no se abría jamás. Mis dos hermanos habían sido duros, ariscos con ella como su padre; nunca la acariciaban, y acostumbrados al poco caso que de ella se hacía, a lo poco que se le consideraba en la casa, la trataban casi como a una criada. Yo fui el único de sus hijos que la quiso...
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