Estamos acostumbrados a pensar acerca de los panteones griego, romano, egipcio, caldeo o maya -o aun en el de los judíos, cristianos, islámicos, hinduístas y budistas-, como si sus dioses fuesen lapropiedad privada de esos pueblos y religiones, y que además esos dioses fueran enteramente diferentes entre sí con identidades perfectamente particularizadas en un sistema clasificatorio imaginario.La realidad de lo sagrado queda así reducida a la capacidad 'especulativa' del hombre -o a un membrete indicativo en un casillero- y no se observa sin embargo que esos mismos hombres reconocieron a ladeidad a través de los 'números' o medidas armónicas como patrones o módulos de pensamiento universal y expresión de las ideas arquetípicas siempre presentes como partes constitutivas del cosmos, quelos símbolos representan y cuya energía-fuerza no ha dejado ni dejará de manifestarse mientras existan el tiempo y el espacio. Lo mismo acontece con los astros y estrellas -en particular, el Sol, laLuna, Venus y las Pléyades-, símbolos de los dioses a determinado nivel, planetas y constelaciones que por cierto han sobrevivido a los caldeos, egipcios, griegos, romanos y mayas y que aún podemosobservar a ojo descubierto en cualquier noche clara. Estos astros y estrellas significan las energías cósmicas que son la expresión de los principios divinos y es imprescindible recordar que son losmismos astros y estrellas de hoy aquéllos que contemplaron en la bóveda celeste antes del 'descubrimiento' de América los pueblos precolombinos, los cuales los identificaron en su cosmogonía condeterminadas ideas-fuerza, cuya manifestación las estrellas expresan en la inmensidad del cielo, del cual dependen la tierra y el hombre. Somos otras las personas que habitamos bajo el firmamento en la tierraque labraron las antiguas civilizaciones americanas, pero los números y los astros -como encarnaciones de los principios eternos- siguen siendo los mismos y están tan vivos como las deidades, las...
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