Ardiente Secreto - Stefan Zweig
hecho de haberse mantenido fiel a un marido al que al fin y al cabo nunca ha
querido, y en la que el purpúreo crepúsculo de su belleza le concede una última y
apremiante elección entre lo maternal y lo femenino. La vida, a la que hace
tiempo parece que se le han dado ya todas las respuestas, se convierte una vez
másen pregunta, por última vez tiembla la mágica aguja del deseo, oscilando
entre la esperanza de una experiencia erótica y la resignación definitiva. Una
mujer tiene entonces que decidir entre vivir su propio destino o el de sus hijos,
entre comportarse como una mujer o como una madre. Y el barón, perspicaz en
esas cuestiones, creyó notar en ella aquella peligrosa vacilación entre la pasión devivir y el sacrificio».
Stefan Zweig
Ardiente secreto
ePUB v1.0
chicobalay 28.08.12
Título original: Brennendes Geheimnis
Stefan Zweig, 1911.
Traducción: Berta Vias Mahou
Cubierta realizada a partir del cuadro «Young Man at His Window», de Gustave Caillebotte
Editor original: chicobalay (v1.0)
Corrección de erratas: chicobalay
ePub base v2.0
EL PARTENAIRE
La locomotoraemitió un grito ronco. Había alcanzado el Semmering. Durante un minuto los negros
vagones descansaron en la luz plateada de las alturas, arrojaron unas cuantas personas, se tragaron otras,
unas voces enojadas cruzaron de un lado a otro, después la máquina enronquecida volvió a gritar allí
delante y, traqueteando, arrastró la oscura cadena hacia abajo, en dirección a la entrada del túnel. Nítido,extenso y con fondos claros, barridos por el viento húmedo, volvió a aparecer el paisaje.
Uno de los recién llegados, un joven que inspiraba simpatía por lo correcto de su indumentaria y la
elasticidad natural de sus andares, se adelantó a los demás para tomar un coche de punto que le llevara
hasta el hotel. Sin prisa, los caballos trotaron por el camino en cuesta. La primavera se dejaba sentiren el
aire. En el cielo revoloteaban esas nubes blancas, revoltosas, que sólo se dan en los meses de mayo y
junio, esos compinches blancos, aún jóvenes y revolantes, que, juguetones, corren por la pista azul, para
en un instante ocultarse tras las altas montañas; que se abrazan y huyen, que tan pronto se arrugan como si
fueran pañuelos de bolsillo, tan pronto se deshilachan formando tiras ypor fin, bromeando, le ponen a las
montañas boinas de color blanco. También allá arriba el viento se mostraba intranquilo y sacudía los
descarnados árboles, húmedos aún por la lluvia, con tanta fuerza que sus articulaciones crujían
suavemente, lanzando lejos de sí miles de gotas que centelleaban como si fueran chispas. De cuando en
cuando parecía que una fresca fragancia a nieve bajaba de lasmontañas. Entonces, al respirar, se percibía
algo dulce y al mismo tiempo cortante. Todo en el aire y en la tierra era movimiento y efervescente
impaciencia. Silenciosos, los caballos corrieron resoplando por el camino que ahora discurría cuesta abajo.
Los cascabeles resonaban muy por delante de ellos.
En el hotel lo primero que hizo el joven caballero fue consultar la lista de los huéspedes,que leyó a
toda prisa, sintiéndose de inmediato decepcionado. «En realidad, ¿para qué he venido aquí?», empezó a
preguntarse, intranquilo. «Estar aquí solo en las montañas, sin compañía, es peor que quedarse en el
despacho. Es evidente que he llegado demasiado pronto o demasiado tarde. Nunca tengo suerte con mis
vacaciones. No encuentro un solo nombre conocido entre todas estas gentes. Si almenos hubiera alguna
mujer, alguien con quien mantener un pequeño coqueteo, aunque sea sin consecuencias, algo para poder
pasar esta semana sin desesperarme del todo.» El joven, un barón perteneciente a la no muy prestigiosa
nobleza del funcionariado austríaco, empleado en la administración, se había tomado aquel pequeño
permiso sin mucha necesidad, en realidad únicamente porque todos sus...
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