Arquitectura del academismo
1. La fundación de la academia
El último cuarlo del siglo XVIII representó para la Nueva España el tránsito radical (le la cultura del periodo barroco hacia un ám¬bito ideológico caracterizado por una nueva concepción de la existencia. Se crea una atmósfera dentro de la que, el enfebrecido misticismo que animó la cotidianeidad de los siglos precedentes, cede suespacio vital a la presencia del pensamiento racionalista que, ayudado del empirismo científico retoma a la realidad apa¬rente como tema fundamental de análisis. La existencia trastoca las estrechas fronteras del milagro divino, para incursionar en la revaloración de la historia que a partir de entonces será vista como argumento que sustenta la solidez del presente desde la epopeya del pasado, unpasado conformado más por la fuerza de la razón que por la inspiración mística. El arte, hasta entonces animado por los vuelos fulgurantes del barroco, tiene que detener el ím¬petu de las fantasías que exponían una visión inmaterial de la exis¬tencia, para labrar a partir de este momento un devenir que afirma al hombre como centro y razón de la creación, lo aleja de los arrobos del barroco y lepropone el redescubrimiento del inundo clásico como alternativa para convertir el caos alucinante, en sustancia tangible y mesurable.
La casa reinante de los Borbones había impuesto desde principios del siglo XVIII, toda una serie de nuevas disposiciones sociopolíticas que trascendieron la geografía de la península ibé¬rica para incidir directamente en la administración de las coloniasultramarinas. La aceptación de la economía liberal, el predominio cada vez mayor del pensamiento racionalista y el interés creciente por ejercer un control absoluto sobre la vida políüca de las po-
sesiones, fueron apenas algunas de las características de este ré¬gimen monárquico que, justamente durante el reinado de Carlos III (de 1759 a 1798), dejó sentir sus efectos en la vida interna de la Nueva España.La iglesia católica que durante un margen muy dilatado de tiempo vivió una suerte de idilio con la Corona, se vio severamente atacada y perdió paulatinamente control y preemi¬nencia no sólo sobre la conciencia de la feligresía sino aún sobre sus mismas posesiones materiales; la expulsión de los Jesuítas de todos los territorios hispanos hacia 1762 representó un golpe fun-
México, D.F., fachadadel palacio de Minería,
1813. Manuel Tolsa.
Foto: Enrique X. de Anda A.
damental para la clerecía, toda vez que esta orden, la de los «Sol¬dados de Cristo» era hacia mediados del siglo XVIII, la garantía vaticana para el sostenimiento de las almas y la buena administra¬ción de sus fortunas.
Las modalidades impuestas por el liberalismo económico centro-europeo, exigieron al soberano español unmayor control sobre los sistemas de producción, comercialización y administra¬ción de la riqueza generada en las diversas colonias; paralela¬mente se modeló el perfil que debió revestir a la enseñanza pro¬fesional, dedicada a partir de esta época a la formación de artífices capacitados para asumir las responsabilidades de la novedad eco¬nómica impuesta por la burguesía ilustrada. El viejo esquemagre¬mial se vio rebasado por la nueva demanda y el sistema de aprendizaje particular y selectivo del «maestro-aprendiz» dejó su lugar a las escuelas y academias, instituciones oficiales que capa¬citaron a un mayor número de alumnos en el ejercicio tanto de disciplinas técnicas como artísticas. La Academia de Bellas Arles de San Carlos, fundada en la Nueva España en 1783, fue la pri¬mera instituciónde su género que en tierras americanas se dedicó a la enseñanza metódica de las nobles artes: la pintura, la escul¬tura, el grabado y la arquitectura.
La necesidad de dolar a la Nueva España de una academia de artes obedeció fundamentalmente a dos propósitos: la acuña¬ción de monedas que agilizaran al intercambio comercial, y el pru¬rito de la alta sociedad colonial por poseer culturalmente...
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