El Testamento, John Grisham
John Grisham
John Grisham
El testamento
Hasta el último día y hasta la última hora. Soy un viejo solitario a quien nadie ama, enfermo, resentido y
cansado de vivir. Estoy preparado para el más allá; tiene que ser mejor que esto.
Soy el propietario del monumental edificio de cristal en que ahora me encuentro y del noventa y siete por
ciento de la empresa que, en elpiso inmediatamente inferior al mío, tiene su sede en él. También del kilómetro
de terreno que lo rodea por tres de sus lados y de las dos mil personas que trabajan aquí y de las otras veinte mil
que no, y asimismo del gasoducto que transporta el gas al edificio desde mis pozos petrolíferos de Texas. Mía es
la compañía que le suministra la electricidad y tengo en arriendo el invisible satéliteque navega a muchos
kilómetros de altura, a través del cual yo ladraba en otros tiempos órdenes a mi imperio, que se extiende por
todo el mundo. El valor de mis bienes supera los once mil millones de dólares. Soy dueño de minas de plata en
Nevada y de cobre en Montana, de plantaciones de café en Kenia, de minas de carbón en Angola, de
plantaciones de caucho en Malasia, de explotaciones de gasnatural en Texas, de pozos de petróleo en Indonesia
y de acerías en China. Mi empresa es propietaria de empresas que producen electricidad y fabrican ordenadores
y construyen embalses e imprimen libros de bolsillo y transmiten señales a mi satélite. Son tantos los países por
los que se hallan repartidas las sucursales de mis filiales que casi nadie podría localizarlas.
Antes era dueño de todoslos juguetes apropiados: yates, jets privados y rubias, casas en Europa,
haciendas en Argentina, una isla en el Pacífico, purasangres e incluso un equipo de hockey. Pero ya me he hecho
demasiado viejo para los juguetes.
El dinero es la raíz de mis males.
Tuve tres familias, tres ex esposas que me dieron siete hijos, seis de los cuales siguen vivos y hacen todo
lo que pueden para atormentarme.Que yo sepa, engendré a los siete y enterré a uno. Debería decir que lo enterró
su madre, pues yo me encontraba fuera del país.
Estoy enemistado con mis ex esposas y todos mis hijos. Hoy todos se hallan reunidos aquí porque me
estoy muriendo y ha llegado la hora de repartir el dinero.
Llevo mucho tiempo planeando este día. Mi edificio tiene catorce pisos, todos ellos largos, anchos y
situadosalrededor de un recóndito patio trasero donde antaño yo celebraba banquetes al aire libre. Vivo y
trabajo en el piso superior, cuatro mil metros cuadrados de opulencia que a muchos les parecerían obscenos,
pero que a mí no me molestan en absoluto. He ganado hasta el último centavo de la fortuna que poseo con mi
sudor, mi inteligencia y mi buena suerte. Debería tener también el derecho deregalar todo ese dinero a quien me
diera la gana, pero me persiguen.
¿Por qué debería preocuparme por quién recibe el dinero? He hecho con él todo lo imaginable. Sentado
aquí en mi silla de ruedas, esperando solo, no se me ocurre ni una sola cosa que quiera comprar o ver, ni un solo
lugar a donde quiera ir ni otra aventura a la que quiera lanzarme.
Lo he hecho todo y estoy muy cansado.
No meinteresa quién reciba el dinero; pero me interesa mucho quién no lo reciba.
Diseñé personalmente cada metro cuadrado de este edificio, y por eso sé exactamente dónde colocar a
cada uno de los participantes en esta pequeña ceremonia. Están todos aquí, esperando, pero les da igual.
Permanecerían en cueros en medio de un temporal de nieve si fuese necesario.
La primera familia la constituyen Lilliany sus hijos, cuatro de mis retoños, habidos de una mujer que
raras veces permitía que la tocara. Nos casamos jóvenes —yo tenía veinticuatro años y ella dieciocho—, lo cual
significa que Lillian también es una vieja. Llevo años sin verla y hoy no la veré. Estoy seguro de que sigue
interpretando el papel de doliente y abandonada pero aun así fiel primera esposa que fue intercambiada por un...
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