Estudiante Universitario
Los Langoliers
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Ésta es para Joe,
otro aviador ansioso
UNO
Malas noticias para el capitán Engle. La pequeña niña ciega. El perfume de la dama. La pandilla Dalton llega a Tombstone. La extraña situación del vuelo 29.
1
Brian Engle dejó que se deslizara el American Pride L1011 hasta la Puerta22, y apagó la señal de ABROCHARSE EL CINTURÓN a las 22:14 exactamente. Emitió un largo suspiro siseante a través de los dientes y se desabrochó el arnés del hombro.
No podía recordar la última vez que había sentido tanto alivio -y tanto cansancio- al final de un vuelo. Tenía un horrible dolor de cabeza martillante, y ya había establecido planes inflexibles para esa noche. Ni una sola copa enel salón de pilotos, nada de cena, ni siquiera un baño cuando regresara a Westwood. Su propósito era tumbarse en la cama y dormir durante catorce horas.
El vuelo 7 de American Pride -Servicio Insignia de Tokio a Los Ángeles- primero se había retrasado por fuertes vientos contrarios, y después por el típico congestionamiento en el aeropuerto de Los Ángeles... el cual era sin duda, pensó Engle,el peor aeropuerto de Estados Unidos, si no se tomaba en cuenta a Logan en Boston. Para empeorar la situación, durante la última etapa del vuelo se había desarrollado un problema de presión. Menor al principio, se había agravado gradualmente hasta volverse atemorizante. Casi había llegado al punto en que pudo haber ocurrido un estallido y una descompresión explosiva... y por algún acto demisericordia no había pasado a más. Algunas veces, esos problemas, de repente y en forma misteriosa, se estabilizan solos, y eso fue lo que sucedió en esta ocasión: Los pasajeros que ahora desembarcaban por detrás de la cabina de control no tenían la más remota idea de lo cerca que habían estado de convertirse en paté de personas en el vuelo de esta noche desde Tokio, pero Brian lo sabía... y eso le habíacausado un retumbante dolor de cabeza.
-Esta perra se va directamente a diagnóstico -le dijo a su copiloto-. Ya saben que está llegando y cuál es el problema, ¿verdad?
El copiloto asintió con un movimiento de cabeza.
-No -les agrada, pero lo saben.
-Me importa un carajo si les- agrada o no, Danny. Estuvimos cerca esta noche.
Danny Keene coincidió con la afirmación. Sabíaque era cierta.
Brian suspiró y se frotó con la mano la parte posterior del cuello. La cabeza le dolía como una muela con caries.
-Tal vez me estoy volviendo demasiado viejo para este negocio.
Ésa era, desde luego, la clase de observación que hacían casi todos los pilotos de vez en cuando, en particular al final de un turno difícil, y Brian sabía perfecta-mente bien que no erademasiado viejo para el trabajo -a los cuarenta y tres años,- apenas iniciaba la flor de la edad para los pilotos de aerolíneas. No - obstante, esta noche casi estaba convencido. Dios, se sentía tan cansado.
Se escuchó un llamado en la puerta del compartimiento; Steve Searles, el navegante, se dio vuelta en el asiento y la abrió sin ponerse de pie. Quien llamaba era un hombre con el blazer verdedel uniforme de American Pride. Parecía un agente de puerta; pero Brian sabía que no lo era. Se trataba de John (o tal vez James) Deegan, sub-director de operaciones de American Pride en el aeropuerto de Los Ángeles.
-¿Capitán Engle?
-¿Sí? -en su interior, se organizó un conjunto de defensas y se- intensificó el dolor de cabeza. Su primer pensamiento, el cual no era producto de la lógicasino de la tensión y el cansancio, fue que iba a tratar de achacarle la responsabilidad por la nave defectuosa. Paranoide, por supuesto, pero su marco mental era paranoide.
-Me temo que tengo malas noticias para usted, capitán.
-¿Es acerca de la fuga? -la voz de Brian fue demasiado áspera, y unos cuantos de los pasajeros que des-embarcaban miraron a su alrededor, pero ya era demasiado...
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