Etica
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| Gran legado |
por Kletnicki, Armando Título original: Gran TorinoClint Eastwood / Estados Unidos / 2008 |
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Walter Kowalski es un viejo solitario y gruñón que se resiste a abandonar el suburbio de Detroit en el que siempre ha vivido, a pesar de su reciente viudez y de la propuesta de su hijo de mudarlo a una residencia para personas mayores en Miami.Enverdad Walt ha elegido pasar sus días fumando y tomando cervezas en el porche de su casa, mientras maldice, con rostro desencajado, la nueva fisonomía de su antiguo barrio repoblado por inmigrantes de costumbres tan incomprensibles como despreciadas. Su furia se dirige particularmente a los llegados del sudeste asiático, de origen hmong, que al multiplicarse y expandirse han invertido los papelesoriginales y lo han dejado prácticamente como el extranjero. [1]En su casa, como si fuera la última frontera de un territorio a punto de perderse, sobre el telón de fondo de una bandera americana que no deja de flamear, vamos conociendo a un veterano de la guerra de Corea que parece no haber salido nunca de allí, tan conservador en sus costumbres cotidianas como racista y xenófobo en sus actitudesy pensamientos. Pero algo irá ocurriendo.El intento de robo de su auto [2] –como rito iniciático de su joven vecino para entrar a una pandilla– y una pelea en apariencia menor que tiene al mismo muchacho como protagonista, inicia una sucesión de acontecimientos que van creciendo en gravedad y violencia. De su intención inicial, sacar de su césped a “esos malditos salvajes, a esas ratasamarillas”, nos encaminamos hacia una profunda transformación del personaje protagónico, que –sin proponérselo– irá poniendo en crisis cada una de sus anteriores certezas.El filme es sencillo y lineal en su construcción formal, una pieza representativa del clasicismo de Eastwood, que cuenta su historia sin demasiados adornos ni concesiones estéticas. Esa aparente sencillez encubre, sin embargo, una variadagama de ejes de interés para nuestra lectura. Nos proponemos abrir tan sólo algunas de esas líneas posibles.La primera, la más evidente, describe la transformación de la mirada de Kowalski respecto a sus vecinos. De ese estadio inicial en el que el otro es sencillamente el enemigo despreciado, la evocación de los rostros que enfrentó en Corea, Walt va descubriendo que puede habitar lo diferente y lorechazado, que la aparente oposición con el otro puede deshacerse si se permite otorgar un nuevo valor a esas costumbres inicialmente misteriosas e inexploradas. [3]Sue, la hermana más “americana” del joven que intentó robarle el Gran Torino, será la encargada de explicarle por qué no debe mirar a los hmong a los ojos ni tocar la cabeza de sus niños –ya que allí se aloja el alma–, o de contarleque si ríen cuando se les grita es porque se sienten avergonzados, reconociéndose en falta. Le ofrecerá manjares desconocidos, y tras los chistes más obvios sobre si comen gatos o perros, o la justificación inicial de preferir “eso” a la ternera seca con que suele alimentarse, accederá a una región en la que dominan plenamente los sentidos (los sabores, los colores, los olores), y se desarman losprejuicios que monta fatalmente el pensamiento.Tras asistir a la ceremonia de Evocación de los Espíritus, Walt se reconocerá, perplejo, en la descripción que de él hará el chamán de la comunidad hmong, quien develará las verdades silenciadas que el protagonista ha preferido desconocer durante tantos años. A partir de esa escena el giro se hace más pronunciado, crece la posibilidad de pensarse a símismo en tanto la mirada inapelable sobre el diferente se torna interrogativa. Un instante después, atónito frente al espejo, admitirá que tiene “más en común con estos amarillos que con (su) maldita familia”.La relación con los jóvenes va profundizándose de tal modo que, sin haberlo esperado y sorprendiendo a nuestro personaje, Kowalski se erigirá en la figura paterna ausente de la familia...
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