La otra cara de la moneda
La visión ofrecida hasta aquí sobre la experiencia de los países subdesarrollados no es precisamente optimista. Y, sin embargo, parece que hay algo que falta en esta historia: al fin y al cabo, da la impresión de que algunos países que están en la mente de todos, y otros que no lo están tanto, lo han hecho bastante bien. ¿No se puede aprender desu experiencia? Quizá valga la pena, por tanto, reflexionar sobre qué es lo que diferencia su experiencia de la de los demás.
Conviene comenzar, no obstante, por mencionar aquello que no reviste ninguna novedad con respecto a las experiencias analizadas: la trayectoria de estos países parece mostrar que no estaban erradas las teorías que señalaban que detrás del crecimiento se encuentra laacumulación de factores productivos; trabajo y capital. Las cifras muestran, en efecto, que la historia reciente de estos países está caracterizada por unas elevadísimas tasas de ahorro e inversión, así como por un aumento espectacular de la población trabajadora y de su nivel de cualificación: << al igual que la unión soviética de los años cincuenta, los países recién industrializados de Asiahan alcanzado un rápido crecimiento gracias a una asombrosa movilización de recursos. El crecimiento asiático, como el soviético en su época de alto crecimiento, parece estar impulsado por un aumento extraordinario de inputs como mano de obra y capital, y no por mejoras en la eficiencia >>. No hay pues sorpresas en este punto: esto es algo que la teoría convencional del desarrollo económicohabía apuntado, y que la nueva teoría del crecimiento endógeno no ha hecho sino confirmar. Tampoco parece que estos países hayan hecho algo distinto a los demás en cuanto a la dirección del proceso y a los protagonistas del mismo: también ellos se embarcaron en una política de industrialización sustitutiva de importaciones, de defensa da la producción nacional frente a la competencia extranjera, ycon u n gran protagonismo estatal (dirigido desde el estado desde casi todos los caso s). No son pues países caracterizados por haber abrazado el libre cambio desde un comienzo, o por haber delegado en el sistema de mercado la resolución del problema de desarrollo y de la asignación de recursos. Afirmar que fueron capaces de cambiar a tiempo, y volcarse en una política de promoción deexportaciones antes de que el proceso se agotara, aun siendo cierto, no deja de tener algo de tautológico: el problema estriba en intentar averiguar porque otros no lo hicieron, no lo pudieron hacer, o no obtuvieron los mismos resultados.
Retornemos por un momento al mundo del fracaso. Los modelos de desarrollo analizados en los epígrafes anteriores se parecen mucho a la experiencia de los países hoyadelantados: de ahí que hayan sido criticados por fomentar un proceso de << occidentalización >> en sociedades que no comparten este tipo de patrones culturales. Para bien o para mal; el hacho el hecho es que en estos modelos priman la cultura del logro y el individualismo sobre las consideraciones de pertenencia al grupo: la cohesión del mismo, tiende a debilitarse. No es fácil pronunciarsesobre la bondad de este tipo de cambio, una cuestión eminentemente valorativa, pero no deja de ser útil recordar algunas de sus consecuencias más relevantes:
* En primer lugar, el modelo suele venir acompañado de un proceso profundo de aculturización: se destruye un sistema de vida, una cultura, para sustituirlo, en el mejor de los casos, por otro que resulta ser ajeno. No es de extrañar, portanto, que algunos autores hayan defendido la necesidad de divorciar crecimiento y << modernización >>(occidentalización), en el sentido de que si bien el primero es un requisito necesario, aunque no suficiente, para solucionar los problemas de la pobreza, no esta tan claro, se argumenta, que tenga que venir acompañado de una completa trasformación de las pautas de vida sociales,...
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