Los Sombreros
Una de las confusiones más frecuentes que uno encuentra como consultor en las empresas familiares es el embrollo de roles y papeles de los miembros de la familia.
En efecto, sucede frecuentemente que los integrantes de la familia juegan en un mismo día el papel de socios, de funcionarios de su empresa, de miembros del Consejo de Administración y, ¿Por qué no?; hasta demensajeros, cuando la urgencia de alguna entrega lo amerita.
Estas circunstancias favorecen el desorden de considerar cualquier reunión adecuada para tomar cualquier decisión; ya sea de estrategia, operativa o hasta tendiente a modificar la estructura de la empresa. Consecuentemente, no siempre se favorece la posibilidad de tomar decisiones informadas y serenas.
En mi adolescencia, tuve laoportunidad de actuar en algunas obras de teatro escolar en el Instituto Anglo Mexicano de Cultura, bajo la dirección de una gran mujer: Joan Evashuck. Obviamente no me convertí en una estrella de Hollywood, pero aprendí la disciplina que me ha servido durante el resto de mi vida.
En el teatro, uno aprende dos cosas fundamentales: actuar el papel que se nos ha asignado y hablar cuando el otro hacallado. Estas sencillas enseñanzas pueden ser de gran utilidad para cualquier empresario, especialmente para los miembros de una familia empresaria.
Dejar al otro decir su parte es tal vez una de las disciplinas más productivas que existen. En las relaciones laborales, dejar que el otro exprese su opinión sobre aquello que le afecta o le concierne, no importando qué tan lejos se encuentre en lacadena de mandos, nos ofrece un punto de vista muy valioso con respecto a nuestro negocio. Después de todo, nadie conoce mejor el frente de batalla que el soldado que encara todos los días desde la trinchera al enemigo.
Durante las más importantes negociaciones, no hay información más valiosa que la que nos dice la contraparte, expresamente o por medio de signos, actitudes o con el lenguajecorporal.
Volviendo al tema que nos ocupa, yo suelo pintar tres sombreros en el pizarrón para favorecer la comprensión de lo que digo: durante el día, a veces portamos el tricornio del mariscal (ese sombrero de tres picos con el que salen los generales de Napoleón en los cuadros), a veces la cachucha del bateador, que tiene que hacer el hit o el sacrificio en beneficio del equipo y a veces el bombíndel propietario, a quien lo que más importa es el beneficio de su inversión.
Lamentablemente, en la vida real no usamos de esos teatrales disfraces. Créanme, nos ayudarían mucho. En el diario trajín se suele pasar, sin transición alguna, del bombín a la cachucha y de regreso al bombín.
La Ley General de Sociedades Mercantiles puede auxiliarnos con la pauta para evitar estas confusiones.Sencillamente, la Ley nos da los diferentes escenarios en que debemos de actuar y un guión coherente de cómo comportarnos. Imaginemos a Robin Williams actuando del novio y, al mismo tiempo, de la hermana de la novia, ¿verdad que no? Bien puede hacer una película de uno y otra de otro pero son dos películas diferentes.
Así, en las diferentes asambleas, debemos ponernos el bombín de propietarios.Aquí no importa qué tanto nos hemos esforzado durante el año ni si nuestro don de gentes nos ha colocado como presidentes de nuestro gremio. Al accionista le importan los números. El retorno de su inversión. Los dividendos que va a recibir o reinvertir para que sus acciones se coticen mejor en el mercado.
Por otro lado, nada más emocionante que un consejo de guerra. Perdón, que un Consejo deAdministración. Donde, con nuestros imaginados tricornios, nos ponemos a cavilar la mejor estrategia para hacer papilla a la competencia. No estamos en el campo de batalla; estamos preparándonos para entrar en él. Aquí lo que cuenta no es lo urgente sino lo importante; la información vale aquí más que el arrojo; se podrá derramar sangre, con tal de que al final de la jornada nuestras armas salgan...
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