profesor en historia
Desde épocas coloniales los funcionarios españoles eran celosos protectores de las llamadas “fronteras interiores”: construían líneas de fortines yguarniciones militares para resguardar sus ciudades, asentamientos y caminos del posible ataque indígena.
Cuando a principios del siglo XIX los rioplatenses y el resto de la América Latina cortaron loslazos coloniales con la Península Ibérica, los indígenas se libraron automáticamente del yugo español, pero quedaron presos del yugo de los incipientes Estados nacionales.
En la segunda mitad delsiglo XIX los nacientes Estados entraron en una fase de organización político-institucional y también económica con miras el mercado capitalista internacional que se hallaba en plena expansión. En ladivisión internacional del trabajo las economías periféricas cumplían el rolde exportar materias primas agropecuarias, minerales y forestales e importar productos manufacturados -para sus crecientesmercados internos- y divisas para inyectar sus aparatos productivos.
Quizá con el apoyo moral de las teorías antropológicas que se hallaban de moda en Europa -con su división de la historia humana ensalvajismo, barbarie y civilización- y con el incondicional apoyo financiero de los terratenientes de la Pampa Húmeda, en los últimos años del gobierno de Nicolás Avellaneda, con Julio A. Roca comoministro de Guerra, se inició la llamada conquista del “desierto.”
Las huestes militares se dirigieron primero a los “desiertos” patagónicos, después les llegó el turno al “desierto” de la regiónchaqueña. Nótese que el término “desierto” no tenía un significado solamente físico-geográfico, sino más bien un fuerte contenido etnocéntrico, o peor aún, etnocida.1 Al negársele la condición humana alos indígenas ya estaba dado el primer paso para la justificación de su exterminio.
En este contexto, dos necesidades nacionales concurrentes dieron origen a la existencia de lo que luego fue el...
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