ardiente paciencia

Páginas: 49 (12212 palabras) Publicado: 24 de marzo de 2013
Antonio Skármeta
El cartero de Neruda

Prólogo de Antonio Colinas

Prólogo
Antonio Colinas

De vez en cuando -en momentos, sobre todo, de apatía o de agotamiento intelectual; también en tiempos de superficialidad patente-, la figura del
poeta emerge del vacío y de la soledad social en que se encuentra. Me
refiero a que se rescata lo esencial de la misma, de su mensaje. De
repente,para fortuna de todos, la figura del poeta se nos ofrece sin sus
tópicos literarios; ya no es motivo de ironías ni de polémicas, o de epidérmicos enfrentamientos en la «tribu» literaria.
Esto es algo que resulta evidente y que convence, incluso cuando la figura del poeta que emerge es la de lo que normalmente entendemos como un
poeta «comprometido». Y resurge, además, su figura en unos momentos enlos que los sobresaltos y las sangres de la historia -no una historia del
pasado remoto, sino de un ayer que está ahí, a la vuelta de sólo treinta
años-, aún se agitan y están llenos de vivísima actualidad.
Resulta también sorprendente que este rescate de la figura del poeta
esencial venga, en sus más notorios casos, de la mano de los novelistas.
De grandes novelistas, todo sea dicho enhonor de la verdad, pues no es
labor de cualquier narrador fijar en un breve espacio de tiempo y con tensa
objetividad una figura tan emblemática como la del poeta. Pienso ahora,
por ello, en novelas como la de Thomas Mann (Muerte en Venecia),
Hermann Broch (La muerte de Virgilio), Boris Pasternak (Doctor Zivago),
Vintila Horia (Dios ha nacido en el exilio), por aludir solamente a cuatroejemplos de autores contemporáneos que nos han dejado semblanzas
memorables de un anónimo poeta (quizá el propio Mann), de Virgilio, de
Pasternak y de Ovidio.
Broch y Horia hacen remontar su indagación a dos poetas del mundo
cíásico latino, pero con maestría ponen de relieve en sus relatos valores
que sentimos muy próximos a nosotros. Escribir, en el caso de estos dos
autores, sobre los años o lashoras finales de un gran poeta es ya, sin más
y de ahí el reto de esas obras-, escribir sobre la vida de cualquier hombre,
el cual siente cómo fluye por sus venas un tiempo que fue intensísimo vitalmente, pero que ahora ya está medido en sus instantes. Estas que vengo

Prólogo

subrayando son, a mi entender, las claves con las que hay que leer una
obra como El cartero de Neruda, deAntonio Skármeta, por más que -como
hemos dicho- la vida del poeta, del hombre de que se nos habla en su libro
ya desde el título- esté para nosotros ahí, a la vuelta de la esquina, y sean
muy vivos los acontecimientos históricos en que se desenvolvió. Y, sobre
todo, nos asalte el convulsivo final de la misma, estrechamente fundido
con el convulsivo final de la democracia en su país, Chile. Éstaera la prueba que, sobre todo, debía superar Skármeta en su novela: desde un presente muy delicado y vivo tenía que salvar para lo esencial no ya la figura del poeta, sino la de un poeta que nos es coetáneo, que aún sentimos
muy cercano, que conocimos.
Precisamente, al releer la novela de Skármeta, mi memoria vuelve hacia
el encuentro que tuve con el poeta en mayo de 1971, en Milán; recuerdo dequé manera se veía que Italia precisamente el «escenario» de la versión cinematográfica de su novela-, había sido un lugar entrañable, especial para
Neruda. De sus muchos exilios, seguramente los pasados en tierra italiana
supusieron para él -dentro del natural desasosiego de la lejanía de la
propia tierra-, etapas de concentración y equilibrio.
Recordaba él en la entrevista que grabamos, y yaamenazado por la
enfermedad, sus inolvidables días romanos, pasados en un piso que
alquiló con Rafael Alberti y sus días junto al mar latino, que siempre tiembla y brilla al fondo de la versión cinematográfica de la novela de
Skármeta. Era el Neruda que también el novelista pone muy bien de
relieve en algunos pasajes de su libro, agobiado por su cargo de embajador en París, enfermo,...
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