arte
A lo que se refería el que preguntaba, aclarándole al graffitero, no era a la domesticación o prohibición del graffiti, si no a la forma de incidir enel mensaje. Lentamente la discusión se volvía una sola. Todos dijeron que sí había censura pero que se había avanzado mucho y todos estaban en contra de “toda forma” de censura.
Ese tipo deconversaciones son muy valiosas; son, por desgracia, las conversaciones que no llegan a los foros y a los medios donde se avanza y nos enfrentamos al malestar de la cultura y a lo descompuesto social que hayen nosotros. En esa conversación desabrochada, sin micrófonos, nadie hace mucho esfuerzo por ser políticamente correcto y el humor negro destiñe cualquier romanticismo que no sea visceral.
Alguienentonces pregunta que si podrían pintar un oleo de Garavito, el criminal sentenciado por violar niños y todos coinciden que no y alguien agrega, sin necesidad de que le pregunten, que el arte tieneque servir para algo.
Fue ahí cuando pareció ya inquietante la auto-censura y el rostro sin rasgos de la censura de la que nadie desconfía porque se encuentra respaldada en grandes acuerdos,fundamentales, importantes: los derechos humanos, más fuertes aún si hablamos de los derechos de los niños.
Puede que no falte el que se pierda en esta parte de la columna y crea que esta es una columnaque busca alguna nueva opinión sobre la pederastia y los derechos de los niños, pero no. Recordemos que se cita una reunión de artistas, en particular jóvenes y adolescentes y que el tema es la...
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