Asi Hablo Zaratustra
ASÍ
HABLÓ
ZARATUSTRA
Friedrich
Nietzsche
Friedrich
Nietzsche
Así
habló
Zaratustra
Índice
Prólogo
de
Zaratustra
Los
discursos
de
Zaratustra
De
las
tres
transformaciones
De
las
cátedras
de
la
virtud
De
los
trasmundanos
De
los
despreciadores
del
cuerpo
De
las
alegrías
y
de
las
pasiones
Del
pálido
delincuente
Del
leer
y
el
escribir
Del
árbol
de
la
montaña
De
los
predicadores
de
la
muerte
De
la
guerra
y
el
pueblo
guerrero
Del
nuevo
ídolo
De
las
moscas
del
mercado
De
la
castidad
Del
amigo
De
las
mil
metas
y
de
la
única
meta
Del
amor
al
prójimo
Del
camino
del
creador
De
viejecillas
y
de
jovencillas
De
la
picadura
de
la
víbora
Del
hijo
y
del
matrimonio
De
la
muerte
libre
De
la
virtud
que
hace
regalos
Segunda
parte
El
niño
del
espejo
En
las
islas
afortunadas
De
los
compasivos
De
los
sacerdotes
De
los
virtuosos
De
la
chusma
De
las
tarántulas
De
los
sabios
famosos
La
canción
de
la
noche
La
canción
del
baile
La
canción
de
los
sepulcros
De
la
superación
de
sí
mismo
De
los
sublimes Del
país
de
la
cultura
Del
inmaculado
conocimiento
De
los
doctos
De
los
poetas
De
grandes
acontecimientos
El
adivino
De
la
redención
De
la
cordura
respecto
a
los
hombres
La
más
silenciosa
de
todas
las
horas
Tercera
parte
El
caminante
De
la
visión
y
enigma
De
la
bienaventuranza
no
querida
Antes
de
la
salida
del
sol
De
la
virtud
empequeñecedora
En
el
monte
de
los
olivos
Del
pasar
de
largo
De
los
apóstatas
El
retorno
a
casa
De
los
tres
males
Del
espíritu
de
la
pesadez
De
tablas
viejas
y
nuevas
El
convaleciente
Del
gran
anhelo
La
otra
canción
del
baile
Los
siete
sellos
(O:
La
canción
«Sí
y
Amén»)
Cuarta
y
última
parte
La
ofrenda
de
la
miel
El
grito
de
socorro
Coloquio
con
los
reyes
La
sanguijuela
El
mago
Jubilado
El
más
feo
de
los
hombres
El
mendigo
voluntario
La
sombra
A
mediodía
El
saludo
La
Cena
Del
hombre
superior
La
canción
de
la
melancolía
De
la
ciencia
Entre
hijas
del
desierto
El
despertar
La
fiesta
del
asno
La
canción
del
noctámbulo
El
signo
Prólogo
de
Zaratustra
1
1
Cuando
Zaratustra
tenía
treinta
años
2
abandonó
su
patria
y
el
lago
de
su
patria
y
marchó
a
las
montañas.
Allí
gozó
de
su
espíritu
y
de
su
soledad
y
durante
diez
años
no
se
cansó
de
hacerlo.
Pero
al
fin
su
corazón
se
transformó,
y
una
mañana,
levantándose
con
la
aurora,
se
colocó
delante
del
sol
y
le
habló
así:
«¡Tú
gran
astro!
¡Qué
sería
de
tu
felicidad
si
no
tuvieras
a
aquellos
a
quienes
ilumi
nas!
3
.
Durante
diez
años
has
venido
subiendo
hasta
mi
caverna:
sin
mí,
mi
...
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