Candido

Páginas: 5 (1057 palabras) Publicado: 17 de abril de 2013
Candido Capitulo IV
De qué modo encontró Cándido a su maestro de
filosofía, el doctor Pangloss, y de lo que a éste le aconteció
Cándido, movido a piedad, más que a horror, dio a este espantoso pordiosero los dos florines que había recibido del honrado anabaptista. El fantasma lo miró de hito en hito y, vertiendo lágrimas, se le colgó al cuello. Cándido retrocedió asustado.
-¡Ay! -dijo elinfeliz al otro infeliz-. Conque ¿no conoces a tu amado maestro Pangloss?
-¿Qué oigo? ¡Usted, mi amado maestro! ¡Usted, en tan horrible estado! ¿Qué desdicha le ha sucedido? ¿Por qué no está en el más hermoso de los castillos? ¿Qué se ha hecho de la señorita Cunegunda, la perla de las doncellas, la obra maestra de la naturaleza?
-No puedo más -dijo Pangloss.
Lo llevó sin tardanza Cándido al establodel anabaptista, le dio un mendrugo de pan, y cuando Pangloss hubo cobrado aliento, Cándido le preguntó:
-¿Qué es de Cunegunda?
-Ha muerto -respondió el otro.
Se desmayó Cándido al oírlo y su amigo lo volvió a la vida con un poco de mal vinagre que encontró fortuitamente en el pajar. Abrió Cándido los ojos y exclamó:
-¡Cunegunda muerta! ¡Ah, el mejor de los mundos!, ¿dónde estás? Pero ¿de quéenfermedad ha muerto? ¿Ha sido, por ventura, la pesadumbre de verme echar a patadas del hermoso castillo de su padre?
-No -dijo Pangloss- unos soldados búlgaros la destriparon después que la hubieron violado hasta más no poder; al señor barón, que quiso defenderla, le rompieron la cabeza. La señora baronesa fue cortada en pedazos; mi pobre alumno, tratado lo mismo que su hermana; y en elcastillo no ha quedado piedra sobre piedra, ni graneros, ni siquiera un carnero, ni un pato, ni un árbol; pero bien nos han vengado, porque los ávaros han hecho lo mismo a una baronía vecina que era de un señor búlgaro.
Se desmayó otra vez Cándido al oír esta lamentable historia; pero vuelto en sí, y habiendo dicho cuanto tenía que decir, se informó de la causa y del efecto y de la razón suficiente quehabía puesto a Pangloss en tan lastimoso estado.
-¡Ay! -dijo el otro- es el amor: el amor, el consolador del género humano, el conservador del universo, el alma de todos los seres sensibles, el tierno amor.
-¡Ah! -dijo Cándido- yo he conocido ese amor, he conocido a ese árbitro de los corazones, a esa alma de nuestra alma; tan sólo me ha valido un beso y veinte patadas en el trasero. ¿Cómo tanbella causa ha podido producir en usted tan abominable efecto?
Pangloss respondió en los términos siguientes:
-Ya conociste, amado Cándido, a Paquita, esa linda doncella de nuestra augusta baronesa; en sus brazos gocé las delicias del paraíso, que han producido los tormentos del infierno que ahora me consumen: estaba infestada por ellos, quizás haya muerto por ellos. Paquita debió este don a unfranciscano instruidísimo, que había averiguado el origen de su achaque: se lo había dado una vieja condesa, la cual lo había recibido de un capitán de caballería que lo hubo de una marquesa, a quien se lo dio un paje, que lo cogió de un jesuita, el cual, siendo novicio, lo había recibido en línea recta de uno de los compañeros de Cristóbal Colón. Yo, por mí, no se lo daré a nadie, porque he demorir muy pronto.
-¡Oh Pangloss -exclamó Cándido- qué extraña genealogía! ¿Fue acaso el diablo su fundador?
-En modo alguno -replicó aquel varón eminente- era algo indispensable en el mejor de los mundos, un ingrediente necesario; pues si Colón no hubiera atrapado en una isla de América esta enfermedad que envenena el manantial de la generación, y que a menudo hasta llega a impedirla, y quemanifiestamente se opone al gran objetivo de la naturaleza, no tendríamos chocolate ni cochinilla, y se ha de notar que hasta el día de hoy, en nuestro continente, esta dolencia nos es peculiar, no menos que la teología escolástica. Todavía no se ha introducido en Turquía, en la India, en Persia, en China, en Siam ni en el Japón; pero hay razón suficiente para que allí la padezcan dentro de algunos...
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