Cervantes
¡Ay, si no fuese la vergüenza!¡Qué dirán los compañeros si tira la hoz y se echa al surco! Ya se han reído de él a carcajadas porque se abalanzó al botijón vacío que los demás habían apurado...
Maquinalmente, el brazo derecho deAnselmo baja y sube; reluce la hoz, aplomando mies, descubriendo la tierra negra y requemada, sobre la cual, al desaparecer el trigo que las amparaba, languidecen y se agostan aprisa las amapolassangrientas y la manzanilla de acre perfume. La terca voluntad del segadorcillo mueve el brazo; pero un sufrimiento cada vez mayor hace doloroso el esfuerzo. Se asfixia; lo que respira es fuego, lluvia debrasas que le calcina la boca y le retuesta los pulmones. ¿A que se deja caer? ¿A que rompe a llorar? Tímidamente, a hurtadas, como el que comete un delito, se dirige al segador más próximo: -¿Notrairán agua? Tú, di, ¿no trairán? -¡Suerte has tenido, borrego! Ahí viene justo con ella La Sordica... Anselmo alza la cabeza, y, a lo lejos sobre un horizonte de un amarillo anaranjado, cegador, verecortarse la figura airosa de la mozuela, portadora del odre, cuya sola vista le refrigera el alma. De la fuente de los Almendrucos es el agua cristalina que La Sordica trae; agua más helada cuanto másardorosa es la temperatura; sorbete que la Naturaleza preparó allá en sus misteriosos laboratorios, para consolar al trabajador en los crueles días caniculares.
¡Si Anselmo no se contiene al encuentro dela zagala, saltaría, a manera de corzo, cuando ventea el manantial cercano!
Como si La Sordica adivinase dónde estaba el más sediento, el más ansioso de aquellos desheredados, recta venía hacia...
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