ciencia

INSTITUCION EDUCATIVA PARTICULAR ALEXANDER FLEMING
















NOMBRE: Xiomara Ibarcena Lajo
TUTOR DEL AREA: Olivia Vizcarra Fernández
GRADO: 5to B


Arequipa 2014








El amanecer



Cuando Sara se despertó por la mañana aún sentía el miedo.
Se levantó lentamente y miró cada rincón de su habitación. Sentía una sensación de peligro estremecedora enlas sombras tristes
El frío se incrustaba en la piel como el hielo lo hacía en la corteza de los árboles.
Tuvo que abandonar las mantas para empezar con otro día de su vida.
Se vestiría y bajaría ha desayunar, para luego ayudar su abuela ha recoger leña. Se quejaría del frío y la anciana le repetiría por enésima vez “solo eres una niña débil” Comerían sopa caliente de patatas y pan. Le ayudaríaha limpiar las nuevas pieles y cenarían otra vez la misma sopa para luego ir ha dormir, antes de la segunda hora oscura.
Cuando tocó con los pies desnudos la fría madera, vieja como toda aquella casa, movió los dedos de los pies para asegurarse de que no se le habían congelado durante la noche.
Su abuela insistía en repetirle cada día que para congelarse algún miembro era necesario más frío; unfrío tan gélido como en sus jóvenes inviernos.  Y en parte le creía, porque a su abuela le faltaban cuatro dedos del pie derecho.
Se calzó los calzones de lana y se vistió con su viejo vestido de lino, lazó con fuerza el corsé de cuero y se cubrió los hombros con el chal de lana. Por último calzó los botines de piel de conejo. Tras encender una vela, a la cual le faltaba poco para ser inútil,empezó ha decender las escaleras de madera, que crujieron como si estuvieran a punto de partirse en dos. Desde ahí se bajaba directamente a la cocina, pues su habitación se encontraba justo encima. A partir de la cocina se podía salir a un pequeño y humilde recibidor, en el cual había otra puerta que llevaba a la habitación de la vieja mujer. 
La cocina estaba oscura y la pequeña persiana de laventana aún cerrada. No había fuego en la chimenea, ni pan duro y tazas con infusiones humeantes sobre la mesa de gruesa madera. Por muy temprano que se levantase siempre terminaba descubriendo que su abuela ya estaba preparando el desayuno, pero aquella mañana no. Dejó la vela sobre la mesa y se dirigió hacia la persiana de la pequeña ventana para abrirla y dejar pasar la poca luz mortecina que lesofrecía el día. Empujó una y dos veces para romper el hielo que se había formado esa noche y la persiana se abrió con un chirrido. Observó el silencio de los árboles. Solo se escuchaba el ulular de un búho nival.
Extrañada y preocupada por la ausencia de su abuela, fue ha buscarla. Hacía ya días que la vieja mujer casi  no caminaba y respiraba con dificultad. Recordó que la noche anterior le tocólas manos y notó su piel arder. 
Cuando entró en el oscuro cuarto, poco más grande que el suyo, la encontró estirada en el gran camastro, tapada con las peludas mantas hasta el cuello.
Sara enseguida se acercó, dejó la vela sobre la mesita de noche, y se arrodilló en el suelo.
-Abuela- la llamó suavemente, sacudiéndola con cariño -¿quieres que te prepare una buena infusión?
La anciana tosió yse dio la vuelta para mirarla con ojos cansados y vacíos.
-Niña, no pierdas el tiempo conmigo. Ya no me puedo quedar más, tengo que marcharme- tosió una vez más -Y tú también debes irte. Esta solitaria casa no es el lugar más adecuando para una chiquilla como tú.
-¿Por qué?- dudó la chica -¿Adonde vas? Siempre hemos vivido aquí, no tenemos otro lugar en el cual estar.
-Escúchame…-. Lainterrumpió -Tienes que bajar hasta el pueblo. Allí tengo un amigo que estará dispuesto ha ayudarte, pues me debe desde hace mucho tiempo un favor…-. Tosió de nuevo y le indicó con su temblorosa mano que abriera el cajón de la mesita de noche. Sara encontró un viejo sobre que tenía pintas de haber sido sellado desde hacía ya bastantes años.
-Pero abuela…- dijo mirando el sobre y luego mirando la vieja...