comunicacion
—Mauricio —dicen.
—¿Qué?
—Ya dijeron Mauricio.
—¿Mauricio?
—YAlberto. De hecho, Mauricio Alberto.
—¿MAURICIO ALBERTO?
—¿A qué horas? —y algunos no lo quieren creer, se demoran en la negación, pero es verdad: el agua del cuenco se derrama sobre la pieltan joven, y todos caemos con ella, todos desesperados, todos queriendo nadar con al menos una ilusión de bracitos y piernitas, de fuerza corporal y en verdad de cuerpo, y como no tenemos no nosqueda sino seguir para abajo, cada vez más rápido, hasta dar con la frente que no entiende nada, y a la que sólo Mauricio, el muy detestable, y el perro de Alberto, se pueden asir con las garras que lesdio el rito, y se vuelven marca en el cuerpo y se vuelven el niño, y nos ven a todos los demás mientras resbalamos, rechazados; mientras volvemos, todos, Óscar, Diocleciano, Ramachandra, Piotr,Leonardo, Humberto, Lloyd, Sabú, Carlos, Antonio, Werner, François, Pendelfo, Abderramán, Fructuoso, Berengario, Clodomiro, Florian, Jasón, Guglielmo, Lee, Clark Kent, Martín Lutero, Rocambole, Cthulhu,Peter, Terencio, Goran, Emil, Cuauhtli, todos los nombres que volvemos en la catarata pequeñísima hacia el fondo de la pila, el fondo de los recuerdos y las posibilidades, a dormir hasta la siguiente...
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