contrapunto
Realismo es, pues, el reflejo exacto, fiel y sincero de la realidad, ajeno en su forma a toda intención ética. Idealismo es la pintura de esa realidad circunscrita a sus aspectos más gratos yafines a todo el que imagina la posibilidad del imperio de la sublime entelequia de lo bueno, lo verdadero y lo bello, o sea lo que Cousin expresó en su conocido gráfico. He aquí como el Quijote culmina entre las obras más grandes de todos los tiempos por esa admirable coexistencia de ambos: el realismo certero, soberano, insuperable en la descripción de los personajes, las sicologías, los paisajesy los hechos más diversos representativos de la vida sempiterna, y el idealismo de ciego entusiasmo, fantasía y ensueño del hidalgo caballero Quijano.
Pero íbamos haciendo demasiada larga esta digresión, sugerida de considerar tan frondosa la vena cervantina, y alejándonos, por tanto, de nuestros motivos, que no son otros que el de señalar el pasaje del Quijote en el que nosotros, a fuerza deadmirar, y por lo tanto de estudiar la obra de Cervantes, atisbamos la culminación de su realismo.
En el capítulo XXXI de la primera parte, presenta tal altura de pensamiento, intensidad sentimental y claridad de expresión, que no dudamos en disputar ese capítulo como el más recio y humano de los ciento veintiséis que componen la obra.
Recordemos: era cuando caminaban don Quijote, Sancho, el cura,maese Nicolás el barbero, Dorotea y Cardenio por uno de los resecos caminos de herradura manchegos. Iban los dos primeros, caballero y escudero, en graciosa plática, refiriéndose el segundo a la visita hecha a la señora Dulcinea del Toboso. Entonces acertó a pasar por allí Andrés, el muchacho aquél a quien generosamente libró don Quijote, o él creyó librar, de la furia de Haldudo el Rico, vecinode Quintanar, cuando éste le vapuleaba, atado a una encina y desnudo de medio cuerpo para arriba, por su poco cuidado en la custodia o guarda de las ovejas y por reclamarle su salario impagado. Abrazó el muchacho por las piernas a don Quijote, mientras le decía: "¡Hay señor mío! ?No me conoce vuestra merced? Pues mire bien, que yo soy aquel mozo, Andrés, que quito vuestra merced de la encina...
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