Crónica Chorrillana
En la puerta de la morada encontramos unavitrina llena de golosinas, algo polvorienta por cierto. Nos acercamos porque el estómago pedía comida, la hora bordeaba la una de la tarde y lo único que habíamos comido habíansido dos panes con jamonada. Una señora avanzada en edad sale a preguntar si vamos a comprar algo, un amigo preguntó por el costo para el uso de los servicios higiénicos. Mientrastanto mi compañera y yo nos quedamos a hablar con la señora Juana, sí, ya teníamos su nombre. Se le notaba algo nerviosa cuando nos hablaba, pero su rostro cambiabarepentinamente cuando miraba a su nieto al cual tenía en brazos envuelto en una manta celeste con diseños de carrito. Ella no tiene una casa propia, pero trabaja con la Iglesia San Pedro, yellos le proporcionaron la casa en la que está. Una de sus hijas sale y nos mira con cara de pocos amigos y se vuelve a meter. La señora con voz baja y entrecortada nos cuenta queen mayo se cumplieron 11 años desde que la enviaron a esa casa a cuidar el altar de la virgen, y que esta última lleva 107 años en aquel lugar. Le contamos sobre el proyecto y ellanos habló sobre la seguridad en el morro y la mejora que esta tuvo luego de la colocación de El Cristo del Pacífico.
Los minutos pasaban y el clima seguía siendo frío así quedecidimos retirarnos para seguir visitando parte del distrito. La señora Juana con una sonrisa y deseándonos suerte en el largo recorrido que nos esperaba, nos dijo adiós.
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