Cuentos para segundo de telesec.

Páginas: 10 (2362 palabras) Publicado: 10 de febrero de 2011
Amenazaba tormenta
Una hora de más o de menos no tiene importancia, salvo que éste muriéndote. “Muriéndome” es decir, morirse uno a sí mismo, no a otro; por lo tanto, no es igual un minuto antes que después. Pero esta reflexión no la hice cuando se interpuso por primera vez en mi vida una nube entre las tres y las cuatro de la tarde, impidiéndome ver a mí alrededor durante esa hora. Tampoco medi cuenta de que sólo me cubría a mí, como una venda sobre mis párpados. Por lo demás, no estaba mal, aparecía justo hora de la siesta, protegiendo me con su sombra de algún rayo de sol inoportuno. Era grato despertar en medio de una luz amortiguada, sin los deslumbramientos tan comunes del mes de abril. Porque era abril y aun no llegaban las lluvias, así que la nube era más bien blanca. La únicaen protestar fue mi esposa, quien no dejó de creer que era cosa mía fastidiarla. Le parecía de lo mas extravagante traer una nube en los ojos, el lugar de unos lentes oscuros. Tal vez hubiera preferido un antifaz y no mi algodonosa compañía. Sin embargo, ahí estaba y lo mejor era dormir la siesta está bajo su cobijo.
Fue hasta algunos días después, que me percaté de su movimiento. Estábamosen una comida de botas, de ésas en que sirven a las cuatro de la tarde, cuando mi mujer, malhumorada, me reclamó: “¿no pudiste dejarla en casa?” “¿A quién?”, le pregunté. “A tu maldita nube”. La cual a esas fechas había descendido a la altura de mi cuello, semejando una escafandra. Por cierto que, a la cinco, la nube persistía en este sitio. Me hubiera gustado verificar si en mi casa no estaba enese momento nube alguna, más la sola idea me pareció desleal. Indudablemente la nube era mi seguidora, no tenía derecho a desconfiar de ella. Excepto que mi tiempo de observar se iba acortando, no podía objetarle nada; era juguetona, aunque discreta, no pasaba de envolverme la cara, con lo cual me defendía de los ruidos. ¿se han puesto alguna vez algodones en los oídos para no escuchar a sucónyuge? También me permitía reírme sin que me vieran y eludir las respuestas a la misma pregunta: ¿de dónde diablos sacaste esa cosa?
Cuando la nube se extendió hasta la hora del crepúsculo, adquirió un tono rosado que me sentaba mejor y, mientras el mundo de fuera se esforzaba en agredirme por medio de los insultos de mi mujer, a quien cada vez oía menos gracias a la nube; mi mundo de adentro crecíay se ensanchaba: el vapor, ya me envolvía de la cabeza a los pies, desde las tres de la tarde hasta el anochecer.
Un lunes amanecí nublado. Mi nube había decidido quedarse conmigo hora noche anterior, porque amenazaba tormenta. Mi mujer estaba furiosa. Como a las diez de la mañana comencé a llover. “Augusto, deja de hacer payasada”, gritó mi mujer a eso de las doce, pero yo seguí lloviendo hastaque mi última gota empapó la alfombra, ante los gritos ya inaudibles en la temporada mi esposa.
(Martha Cerda)
México.


La broma póstuma
Durante toda su vida había sido un bromista consumado. De modo que aquel día en que visitaba el museo de figuras de cera recién instalado en el pueblo y se encontró frente a frente con una copia exacta de sí mismo, concibió de inmediato la másestupenda de sus bromas. La figura representaba un oficial del ejército norteamericano de principios del siglo pasado y formaba parte de la escenificación de una batalla contra indios pieles rojas. Aparte de que el color de sus propios cabellos era algo más claro, el parecido era tan completo que sólo con teñirse un poco el pelo y maquillarse el rostro para darle la apariencia cetrina del modelo, lograríauna similitud absolutamente perfecta entre ambos. En la madrugada del siguiente día, luego de haberse transformado convenientemente, se introdujo a escondidas en el museo, despojo a la figura de cera de su raído uniforme vistiéndose con este y escondió aquella, junto con su propia ropa, en una alacena del sótano. Luego tomó el lugar del soldado en la escena guerrera y, asumiendo su rígida...
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