Culpa Empresarial
Voltaire
Colección
Filosofía y Teoría Social
www.librosenred.com
Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta:Cinzia Ponisio
Diagramación de interiores: Julieta Lara Mariatti
Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento
informático, la transmisión de cualquier forma o decualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso
previo escrito de los titulares del Copyright.
Primera edición en español en versión digital
© LibrosEnRed, 2007
Una marca registrada de Amertown International S.A.
Para encargar más copias de este libro o conocer otros libros de esta colección
visite w ww.librosenred.com
ÍNDICE
Primeracarta. Sobre los cuáqueros
6
Segunda carta. Sobre los cuáqueros
10
Tercera carta. Sobre los cuáqueros
12
Cuarta carta. Sobre los cuáqueros
15
Quinta carta. Sobre la religión anglicana
19
Sexta carta. Sobre los presbiterianos
21
Séptima carta. Sobre los socinianos o arrianos o antitrinitarios
23
Octava carta. Sobre el Parlamento
25
Novena carta. Sobre elgobierno
28
Décima carta. Sobre el comercio
32
Undécima carta. Sobre la inoculación de la vacuna
34
Duodécima carta. Sobre el canciller Bacon
37
Decimotercera carta. Sobre Locke
41
Acerca del autor
46
Editorial LibrosEnRed
47
PRIMERA CARTA. SOBRE LOS CUÁQUEROS
Pensé que la doctrina y la historia de un pueblo tan extraordinario merecían despertar lacuriosidad de un hombre razonable. Para instruirme me
fui a ver a uno de los cuáqueros más célebres de Inglaterra, el cual, tras
estar dedicado treinta años al comercio, había sabido poner un límite a su
fortuna y a sus deseos, retirándose al campo en las cercanías de Londres.
Lo encontré en su retiro; una casa pequeña pero bien construida, limpia y
sin adornos inútiles. El cuáquero era unhermoso anciano, que nunca había
estado enfermo, porque no sabía lo que eran las pasiones ni la intemperancia; jamás he conocido a nadie con aspecto más noble y simpático que
el suyo. Al igual que sus demás compañeros de religión, utilizaba un traje
sin pliegues a los costados, ni botones en los bolsillos o en las mangas, y lle vaba sobre su cabeza un sombrero grande con las alas vueltas haciaarriba,
semejante a los usados por nuestros eclesiásticos.
Me recibió sin quitarse el sombrero, adelantándose hacia mí sin hacer ni
la más leve inclinación hacia el suelo; sin embargo, la expresión abierta
y humana de su semblante denotaba más cortesía que la costumbre de
echar un pie hacia atrás y coger con la mano lo que está hecho para cubrir
la cabeza.
–Amigo –me dijo–, observo que eresextranjero. Si puedo serte útil no tie nes más que hablar.
–Señor –le respondí haciendo una reverencia y echando un pie hacia atrás,
según nuestra costumbre–, espero que mi justificada curiosidad no os causará molestia y querréis hacerme el honor de instruirme en vuestra religión.
–Las gentes de tu país –me contestó– hacen demasiadas reverencias y cumplidos, pero nunca encontré a ningún compatriotatuyo que se interesara
en lo mismo que tú. Entra y comencemos por comer juntos.
Le hice algunos cumplidos, pues no es fácil olvidar de pronto nuestros hábitos y, tras una comida sana y frugal que empezó y terminó con una oración
a Dios, me puse a interrogar a mi hombre.
–Mi querido señor –le dije–, ¿estáis bautizado?
5
LibrosEnRed
Voltaire
–No –me contestó el cuáquero–, y miscompañeros de religión tampoco lo
están.
–¿Cómo? Voto al cielo –repliqué yo–. ¿Entonces no sois cristianos?
–Hijo mío –repuso en tono suave–, no jures. Nosotros somos cristianos y nos
esforzamos en ser buenos cristianos, pero no creemos que el cristianismo
consista en echar un poco de agua con sal sobre la cabeza.
–Eh. Diablos –dije, ofendido por semejantes impiedades–. ¿Es que acaso
habéis...
Regístrate para leer el documento completo.