De la crítica del gusto al gusto de la crítica

Bienmesabe el futuro: de la crítica del gusto al arte de la crítica
Gabriela Méndez Cota

Bienmesabe puede simplemente describirse como una reunión experimental entre el arte y la cocina, entre la crítica de arte y la gastronomía. Pero ¿cuál es el interés de reunir a una artista con una cocinera, a un académico de la cultura con un chef? ¿Podríamos contentarnos con un ejercicio puramentedegustativo? Si consideramos que quien lo promueve es una institución cultural de carácter público, cabría esperar – ¿o no? – que Bienmesabe movilizara algo más que lo que estamos acostumbrados a encontrar en la propaganda institucional, es decir, algo más que un imaginario turístico auto-glorificador, irreflexivo ante las complejidades de la vida social, ante sus paradojas estructurales y susconflictos sistemáticos. De igual modo, si asumimos que tanto el arte como la academia están motivados por un afán más complejo que lo puramente estético, un afán crítico que buscan materializar a través de instituciones, cabría procurar a partir de Bienmesabe una reflexión crítica ante la celebración vacua de ciertas prácticas de consumo, la gastronomía y el turismo cultural. Esta reflexión requierepreguntarnos antes que nada por el contexto en el que se hace pertinente un diálogo crítico entre el arte y la gastronomía, y cuáles son las formas que dicho diálogo podría adoptar, sus límites y sus posibilidades. Independientemente de que Bienmesabe ofreciera o no respuestas claras a estas preguntas, vale la pena aproximarse al proyecto como una oportunidad para pensar el futuro de la relaciónarte-gastronomía, y hacerlo a partir de una de las preocupaciones fundamentales de la crítica cultural contemporánea: la cotidianeidad, en este caso las prácticas culinarias, como un campo de batallas políticas colonizado crecientemente por una racionalidad capitalista.
Para la crítica cultural, es obvio que la comida es vital no tanto desde el punto de vista estrictamente fisiológico como desdeel punto de vista simbólico. Menos obvio parece ser que este último es el de la vida social en su conjunto entendida como una configuración material de carácter político, es decir, parcial, provisional y contingente. Si bien es cierto que la vida social puede tomar formas muy diversas y que lo político no se agota en categorías rígidas de clase, raza o género, lo cierto es que en la historiaoccidental, la producción, la preparación y la ingestión de alimentos han estado siempre insertas en dinámicas de poder con profunda raigambre simbólica: jerarquías sexuales, económicas y raciales. Al pensar estas jerarquías como procesos hegemónicos, encontramos que, como sucede con todos los artefactos culturales, se manifiesta en los discursos culinarios dominantes una tendencia hacia lanaturalización, hacia el olvido de su propia función política dentro de un contexto material particular. Esto es lo que vemos en la construcción, el despliegue y la celebración de gastronomías locales, regionales y nacionales, conceptos ineludibles en un país cuya economía depende en buena medida del turismo, es decir, del comercio de imágenes de identidad y de imaginarios de pertenencia. Pero lo observamostambién en el aparato publicitario de la comida industrial. Desde hace décadas vivimos rodeados de imágenes de alimentos abstraídos del contexto de su producción, en las cuales se resaltan cualidades estéticas y en las que su consumo se presenta, ante todo, como un mecanismo de compensación erótica: mientras Gansito Marinela nos ofrece su amistad azucarada al implorarnos que lo recordemos, elcaldo de pollo Knorr promete aliviar nuestra alienación cultural en el Lejano Oriente, o bien nuestra alienación familiar en situaciones en que la madre, típicamente representada como responsable “natural” del espacio doméstico, no encuentra más tiempo para cocinar. El grado de abstracción de estas imágenes, que por lo general interpelan a un consumidor urbano en busca de “experiencias” fácilmente...