Doña Came

Doña Came

Aquel día, ni las gallinas pusieron. Mucho menos en casa de doña Doña Lucía, que se levantó temprano para torcerle el pescuezo a una de las gallinas que en el patio le abastecíanalimento. Preparó el desayuno y puso el ave en un comal lleno de agua caliente para que las plumas empezaran a suavizar. “Mañana tengo que dejar el almuerzo listo”, había dicho el día anterior a Rosita, suvecina. Y todas las mujeres del caserío estaban haciendo lo mismo.
“Mirá, me grabás la mejenga”, dijo don Roque a su yerno quien le había dicho, días atrás, no tener tiempo para pendejadas, que él sívería el partido. Aquel día, entre los aficionados del barrio, el yerno de don Roque fue el único que vio el partido.
A media mañana, un chiquillo jadeada, exhausto, a mitad de la cuesta que surcabaaquel caserío suspendido al pie de la montaña. Llevaba dos hondas de hule en una mano y una bolsa de piedras pequeñas en la otra. “Hey, güilas ¿pa dónde van? ¿no vamos a cazar hoy? ¿Ni a nadar? Lapoza está llenísima” Le dijo a su grupo de amigos cuando los encontró. Uno de los chiquillos con mirada inquisidora le gritó: “No seás bruto, Miguel, estará llena de agua, pero no de gente. No ves quetodos van pa`onde la niña Adelina!!!”. “¿Es hoy?” Preguntó Miguel, abriendo con asombro sus ya enormes ojos. Echó una mirada a la colina y, en efecto, algunas mujeres descolgaban ropa de los tendederosy la metían a sus ranchos por si llovía; los hombres, empezaban a reunirse en pequeños grupos y se apresuraban para encontrar espacio y poder ver desde cerca.
La niña Adelina había dispuesto unamesita con un tapete blanco, encima de la cual acomodó un pequeño televisor, de los pocos que habían en el pueblo. Poco a poco, el patio se atiborró de gente que se disputaba las sillas y bancos demadera rebuscados entre los ranchos vecinos, mientras que los niños se empujaban unos a otros para ser los mejores espectadores.
Solamente una silla se encontraba vacía, pero al cabo de unos minutos,...