Don Juan Tenorio
Escena I
La voluntad decisiva de vuestro padre tal es. Sois joven, cándida y buena; vivido en el claustro habéis casi desde que nacisteis; y para quedar en él atada con santos votos para siempre, ni aún tenéis, como otras, pruebas difíciles ni penitencias que hacer. ¡Dichosa mil veces vos! Dichosa, sí, doña Inés, que no conociendo el mundo, no le debéis de temer. ¡Dichosa vos, quedel claustro al pisar en el dintel, no os volveréis a mirar lo que tras vos dejaréis! Y los mundanos recuerdos del bullicio y del placer no os turbarán tentadores del ara santa a los pies; pues ignorando lo que hay tras esa santa pared, lo que tras ella se queda jamás apeteceréis. Mansa paloma enseñada en las palmas a comer del dueño que la ha criado en doméstico vergel, no habiendo salidonunca de la protectora red, no ansiareis nunca las alas por el espacio tender. Lirio gentil, cuyo tallo mecieron sólo tal vez las embalsamadas brisas del más florecido mes, aquí a los besos del aura vuestro cáliz abriréis, y aquí vendrán vuestras hojas tranquilamente a caer. Y en el pedazo de tierra que abarca nuestra estrechez, y en el pedazo de cielo que por las rejas se ve, vos no veréis más queun lecho do en dulce sueño yacer, y un velo azul suspendido a las puertas del Edén. ¡Ay! En verdad que os envidio, venturosa doña Inés, con vuestra inocente vida, la virtud del no saber. ¿Mas por qué estáis cabizbaja? ¿Por qué no me respondéis como otras veces, alegre, cuando en lo mismo os hablé? ¿Suspiráis?... ¡Oh!, ya comprendo: de vuelta aquí hasta no ver a vuestra aya, estáis inquieta;pero nada receléis. A casa de vuestro padre fue casi al anochecer, y abajo en la portería estará: yo os la enviaré, que estoy de vela esta noche. Conque, vamos, doña Inés, recogeos, que ya es hora: mal ejemplo no me deis a las novicias, que ha tiempo que duermen ya: hasta después.
Escena II
Ya se fue. No sé qué tengo, ¡ay de mí!, que en tumultuoso tropel mil encontradas ideas me combaten a lavez. Otras noches complacida sus palabras escuché; y de esos cuadros tranquilos que sabe pintar tan bien, de esos placeres domésticos la dichosa sencillez y la calma venturosa, me hicieron apetecer la soledad de los claustros y su santa rigidez. Mas hoy la oí distraída, y en sus pláticas hallé, si no enojosos discursos a lo menos aridez. Y no sé por qué al decirme que podría acontecer que seacelerase el día de mi profesión, temblé; y sentí del corazón acelerarse el vaivén, y teñírseme el semblante de amarilla palidez. ¡Ay de mí...! ¡Pero mi dueña, dónde estará...! Esa mujer con sus pláticas al cabo me entretiene alguna vez. Y hoy la echo menos... acaso porque la voy a perder, que en profesando es preciso renunciar a cuanto amé. Mas pasos siento en el claustro; ¡oh!, reconozco muybien sus pisadas... Ya está aquí.
Escena III
Buenas noches, doña Inés. ¿Cómo habéis tardado tanto? Voy a cerrar esta puerta. Hay orden de que esté abierta. Eso es muy bueno y muy santo para las otras novicias que han de consagrarse a Dios, no, doña Inés, para vos. Brígida, ¿no ves que vicias las reglas del monasterio que no permiten...? ¡Bah!, ¡bah! Más seguro así se está, y así se habla sinmisterio ni estorbos: ¿habéis mirado el libro que os he traído? ¡Ay!, se me había olvidado. ¡Pues me hace gracia el olvido! ¡Como la madre abadesa se entró aquí inmediatamente! ¡Vieja más impertinente! ¿Pues tanto el libro interesa? ¡Vaya si interesa! Mucho. ¿Pues quedó con poco afán el infeliz! ¿Quién? Don Juan. ¡Válgame el cielo! ¡Qué escucho! ¿Es don Juan quien me le envía? Por supuesto. ¡Oh! Yo nodebo
Tomarle. ¡Pobre mancebo! Desairarle así, sería Matarle. ¿Qué estás diciendo? Si ese horario no tomáis, tal pesadumbre le dais que va a enfermar; lo estoy viendo.
Escena IV
¿Qué es esto? Sueño..., deliro. ¡Inés de mi corazón! ¿Es realidad lo que miro,
o es una fascinación...? Tenedme.... apenas respiro... Sombra.... huye por compasión. ¡Ay de mí...! La ha fascinado vuestra repentina...
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