el amor es una falacia
Gillis”
de Max Schulman.Lahistoriaofreceunaencantadora, aunque extrema, ilustración de cómo los razonamientos falaces pueden afectar nuestra vida cotidiana y nosrecuerda, también, las limitaciones delrazonamiento lógico.Escrita en los comienzos de la década del 50, puede percibirse en ella algunas resonancias delmachismo típico de la época.
“EL
AMORESUNAFALACIA”
Yo era frío y lógico. Agudo -calculador, perspicaz, certero y astuto- todo eso era yo. Mi cerebro eratan poderoso como dinamo, tan preciso como las balanzas de un químico, tanpenetrantecomoelbisturí de un médico. Y - ¡piensen en esto!- solo tenía 18 años.No sucede a menudo que alguien tan joven tenga un intelecto tan gigantesco. Tomen, por ejemplo,a Petey Bellows, mi compañero decuarto en launiversidad.La misma edad,elmismo origen social, pero tonto como un buey. Un tipo bastante agradable, pero sin nada en la cabeza. Del tipoemocional. Inestable. Impresionable. Y lo peor detodo, esclavo de la moda. Opino que las modasson la verdadera negación de la razón. Ser barrido y arrastrado por cada nueva locura que llega,rendirse a la idiotez sólo porque todos los demás lo hacen–
esto, para mí,eselpináculo de la irracionalidad. Sin embargo, no lo era para Petey.Unatarde encontré a Petey tirado en su cama conunaexpresión tal de desesperación en su cara, que inmediatamentediagnostiqué apendicitis.
“No
te
muevas”,
le dije.
“No
tomes ningún laxante.Llamaré un
médico”.
-
“Mapache”,
murmuro con voz ronca.-
“Mapache”
pregunté, deteniéndomeen mi carrera.-
“Quiero
un abrigo de
mapache”,
se lamentó Petey.Me di cuenta de que su problema no era físico, sino mental.
“¿Por
qué quieres un abrigo de
mapache?”
-“Debí
haberlo
sabido”,
grito, golpeándose las sienes.
“Debí
haber sabido que volverían cuandoelCharleston volvió. Como un estúpido gasté todo mi dinero en textos de estudio y ahora no...
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