El caballero de olmedo Guia
Querido Martin:
¡De vuelta en Alemania! ¡Cómo te envidio! Aunque no la he visto
desde que era un niño de escuela, escribir Unter den Linden
todavía me sacude… La amplitud de horizontes de la libertad
intelectual, las discusiones, la música, el desenfado de la
camaradería. Y ahora el viejo espíritu aristócrata, la arrogancia prusiana y el militarismo han desaparecido. Llegas a una Alemania
democrática, a una tierra profundamente culta, donde la preciosa
libertad política está en sus comienzos. Será una vida maravillosa.
Tu nueva dirección no puede ser más sugestiva. Me alegro de que
la travesía haya sido tan agradable para Elsa y los pequeños.
En cuanto a mí, no puedo decir que esté tan feliz. La mañana del domingo me encuentra hecho un solterón solitario sin objetivo
alguno. Mi hogar de los domingos se ha trasladado a través de los
anchos mares. ¡Aquel antiguo caserón en la colina… tu bienvenida
diciéndome que el día no llegaba del todo hasta que no estábamos
otra vez juntos! Y nuestra querida y jovial Elsa, que salía radiante a
recibirme, me cogía de la mano, gritaba ¡Max, Max! y me empujaba adentro para abrir mi Schnaps favorito. Y también la
preciosidad de los chiquillos, sobre todo tu guapísimo pequeñín
Heinrich. Será un hombre hecho y derecho antes de que vuelva a
ponerle los ojos encima.
Y la comida… ¿Habrá esperanzas de que vuelva a comer como
comía? Ahora voy a un restaurante y, por encima de mi desolado
roast beef veo borbotear el gebackner Schinken en su salsa burgundesa, el Spätzle, ¡ah, el Spätzle y Spargel! No, nunca me
resignaré a mi dieta norteamericana. Y los vinos, deslizados con
tanto cuidado a tierra de los barcos alemanes, y las promesas que
nos hacíamos, cuando los vasos rebosaban por cuarta, quinta y
sexta vez.
Desde luego hiciste bien en irte. Nunca llegaste a convertirte en
un norteamericano, a pesar de tus éxitos aquí. Y ahora que el negocio está tan bien consolidado, tenías que llevarte a tus
fornidos críos alemanes para que se educaran en su país. Elsa ha
echado de menos a su familia a lo largo de muchos años y a todos
ellos también les gustará verte. El joven artista pobretón se ha
convertido en el benefactor de la familia y eso significará para ti
motivo de satisfacción.
El negocio sigue marchando bien. La señora Levine ha comprado el Picasso pequeño al precio que le habíamos pedido —me felicito
por haberlo conseguido— y a la vieja señora Fleshman le hace tilín
la horrenda Madonna. Nadie se molesta nunca en decirle que
alguna de sus piezas sea mala porque todo lo que tiene es malo.
Yo no tengo tu refinado tacto para venderle cualquier cosa a las
viejas matronas judías. Puedo convencerlas de que están haciendo una excelente inversión pero, ante una obra de arte, sólo tú tenias
ese refinado enfoque espiritual que las desarmaba. Además,
probablemente, nunca se fían del todo de otro judío.
Ayer recibí carta de Griselle. Parece contentísima. Me dice que
esta a punto de conseguir que pueda sentirme orgulloso de mi
hermanita. Es la actriz principal de una obra recién estrenada en Viena y las críticas han sido excelentes… Sus descorazonadoras
experiencias en compañías de poca monta empiezan a dar fruto.
Pobre muchacha, su vida no ha sido nada fácil, pero nunca se ha
quejado. Tiene un espíritu refinado, es bonita y espero que,
además, tenga talento. Pregunta por ti, Martin, con mucho cariño.
No guarda resentimientos porque los resentimientos se olvidan
enseguida cuando se es tan joven como ella. En pocos años no quedará más que el recuerdo de la herida y, desde luego, ninguno
de los dos sois culpables de nada. Esas cosas son como tormentas
pasajeras. Por un momento te sientes calado hasta los huesos,
herido por el rayo, indefenso. Pero luego sale el sol y, aunque
nunca olvides del todo, sólo queda la ternura. El dolor ha ...
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