El Chicho Allende

Páginas: 486 (121377 palabras) Publicado: 17 de agosto de 2015
El Chicho Allende
Carlos Jorquera Tolosa

Desde el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 se han escrito numerosos artículos,
ensayos, intentos de biografías e incluso novelas sobre el ex Presidente Salvador Allende.
Hasta ahora, sin embargo, no se había trazado un perfil tan íntimo del Chicho. Esta es una
crónica entrañable pero puntillosa en el afán de no distorsionar la real personalidaddel
dirigente socialista que llenó medio siglo de la historia política de Chile.

Primera edición, 1990
Segunda edición, 1993
© 1990 Carlos Jorquera Tolosa
Inscripción legal Nº 74.429
© de esta edición
Ediciones BAT
Antonio Varas 1480, Providencia
Teléfono – Fax: 2230668
Santiago de Chile
I.S.B.N 956-7022-07-K
Diseño de portada: Patricio Andrade
Impresor: Alborada S.A.
Impreso en Chile / Printedin Chile
Noviembre de 1993
Tirada de esta segunda edición: 1.000 ejemplares

Carlos Jorquera, es periodista, punto.
Reportero de vocación irresistible, escribió en algunos de los periódicos y revistas más
recordados de Chile: Las Noticias Gráficas, Las Noticias de Última Hora, Ercilla y Punto
Final. En televisión hizo famoso su programa de entrevistas A ocho columnas. Pero su
principal ocupación,en la mayor parte de su vida adulta, consistió en asesorar al senador y
luego Presidente Salvador Allende, a quien acompañó hasta el final en el palacio de La
Moneda. Después del golpe militar estuvo dos años preso en la isla Dawson y en distintos
lugares de reclusión. En 1975 salió al exilio y permaneció en Venezuela, trabajando como
editor de El Diario de Caracas. Retornó a Chile apenas le fuelevantada la prohibición de
ingreso, en 1988.

Un retrato a la vez irreverente y entrañable del amigo, el líder, el estadista y el gran
orador a quien su padre llamó Chicho porque de niño vacilaba al pronunciar su nombre:
Salvadorcito, Salvador Allende.

UNO

. . . Y ENTONCES, ME SUICIDE.
Y fue cierto: el Negro Jorquera, después de pasar por todo lo que pasó en La Moneda,
ese 11 de septiembre, sesuicidó. Así, tal como suena.
A un periodista viejo como el Negro, muchas cosas se le tienen que haber esfumado de
la memoria, pero nunca un hecho como su propio suicidio.
Tambaleando entre sus recuerdos, ahora no le queda más camino que reconocer la
verdad, a prueba de desmentidos, como sentencia el catecismo del oficio.
Y reflexiona:
— No llevo la cuenta de los suicidios que me ha tocadoreportear. Y siempre pensé que
el principal problema, para nosotros, los periodistas, consiste en que los suicidas no pueden
declarar a la prensa después de muertos. Y eso le quita a la noticia una dosis importante de
veracidad, la cual habitualmente se suple recurriendo al melodrama; es decir, imaginando lo
que seguramente debió haber ocurrido. Hay suicidas que dejan cartas, es cierto. Pero esas
nuncasirven de mucho; alo más, para conformar, en algo siquiera, a los familiares y ahorrarle
trabajo a la policía. Yo había reporteado fusilamientos, como el de Carreño Meneses, en La
Ligua, y aun algo peor: una notificación judicial de la pena de muerte: al Criollito. No diré
que sean mejores o peores que suicidarse; precisamente por eso: porque los muertos no
hablan. Puedo asegurar, en cambio, que sisuicidarse con eficiencia ya es bastante malo, ello
no significa que sea tan bueno intentarlo y resultar frustrado. Me parece recordar, a propósito,
que el Código Penal no castiga al suicida chasqueado. Con razón, porque con el ridículo es
suficiente. Pero sí pena a quien colabore con él. En el caso mío, deberían haber juzgado a
Osvaldo Puccio. Él me proporcionó la cápsula que tragué paraquitarme la vida, convencido de
que era una decisión política convenida por los colaboradores de Chicho Allende, que
estábamos sobreviviendo a su muerte. Es decir: acompañarlo hasta el Más Allá. Creo que pocas
veces he sido políticamente más responsable que cuando tragué la cápsula y me tendí en un
camastro —en uno de los sótanos del Ministerio de Defensa— esperando que la muerte me
llegara; ojalá sin...
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